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Mejorar la productividad agroalimentaria.

Por Joaquín Olona. Zaragoza, 16 de febrero de 2017.

La productividad (del trabajo) es un concepto clave, y como tal considerado, en la política económica y en la industria . Sin embargo, no es el caso en la política agraria ni en el sector agrario a pesar de las continuas referencias al valor añadido. Aclarar que la productividad no es otra cosa que el valor añadido (bruto) generado por unidad de trabajo.

Es habitual que cuando se habla de aumentar el valor añadido agroalimentario sólo se piensa en hacerlo a través de la agroindustria y de la mejora de la cadena alimentaria. Seguir pensando así es un error que urge corregir. La propia actividad agrícola y ganadera , obviamente, también genera valor añadido si bien no resulta tan obvio para el sector.

Durante el trienio 2013-2015, en Aragón, la agricultura y la ganadería han generado un Valor Añadido Bruto (VAB) medio de 1.607 M€. Se trata de la contribución al PIB, que ha sido del 4,86 %, sabiendo que su contribución al empleo ha sido del 6%.

Rama Agraria en Aragón 2013 2014 2015 Promedio
Producción (millones €) 3.957,9 3.522,7 3.521,1 3.667
VAB (millones €) 1.789,8 1.426,9 1.605,5 1.607
Subvenciones (millones €) 505,5 427,8 382,9 439
Renta Agraria (millones €) 1.856,1 1.596,4 1.685,1 1.713

Fuente: Elaboración propia en base a datos del Instituto Aragonés de Estadística.

Generar más valor añadido en las propias explotaciones agrícolas y ganaderas y no sólo a través de la agroindustria y la distribución, resulta esencial para mejorar la productividad del trabajo agrario. Esta mejora resulta determinante, a su vez, para elevar la renta de los agricultores, que es la razón de ser de la política agraria o, al menos, debería serlo en coherencia con el artículo 39 del Tratado de la UE así como con el artículo 130 de nuestra propia Constitución.

La agricultura se caracteriza por la baja productividad del trabajo que, en Aragón y medida en términos de Valor Añadido Bruto por ocupado, alcanzó un valor medio de 50.219 € durante el trienio 2013-2015 frente a una productividad media del resto de la economía de 61.846 €. La productividad de la industria agroalimentaria también es baja situándose en 55.158 € frente a 67.028 € del conjunto de la industria aragonesa en 2014.

La baja renta de los agricultores es consecuencia de la baja productividad de su trabajo. Ello se debe a la insuficiencia de los precios agrícolas, que no siempre remuneran correctamente los factores aplicados. Pero también a las graves deficiencias estructurales de las que adolece el sector.

Por tanto, mejorar la renta agrícola exige aumentar la productividad del trabajo y para ello es preciso profundizar en la mejora estructural del sistema agroalimentario sobre la base de los Programas de Desarrollo Rural 2014-2020 en lo que se concreta el Segundo Pilar de la PAC. Pero también es preciso reformar en profundidad el Primer Pilar, es decir, lo que coloquialmente llamamos PAC. Porque mal cabe hablar de productividad cuando se paga incluso por no producir nada. Y porque, por mucho que se mejoren las estructuras, no se puede asegurar que el mercado remunere de forma justa el trabajo de los agricultores.

 

Mansholt tenía razón.

Por Joaquín Olona. Zaragoza, 15 de febrero de 2017.

Sicco Mansholt (1908-1995) puede considerarse  el padre de la PAC así como de sus reformas.  Primer Comisario Europeo de Agricultura  (1958-1972), había sido antes Ministro de Agricultura de Holanda (1945-1956). Fue Presidente de la Comisión Europea entre 1972 y 1973.

Tras impulsar la creación de la PAC en 1962 presentó en 1968 un Memorándum sobre su reforma («Plan Mansholt») tras darse cuenta de que la inadecuada estructura agraria hacía que la política de precios y mercados aplicada a sectores específicos (cereales, leche, vacuno de carne, azúcar, etc.) fuera ineficiente y generase desequilibrios. Para afrontarlo propuso equiparar las rentas agrarias y compensar las desventajas geográficas reduciendo el número de agricultores, aumentando la dimensión de las explotaciones y mejorando su eficiencia. El Pan fue objeto de un enérgico rechazo por parte de los agricultores y Mansholt tuvo que retirarlo sin que nadie, por el momento, se haya atrevido a volver sobre sus pasos.

Pero el tiempo parece haberle dado la razón a Mansholt y su Reforma de 1968:

  •  Desde 1968 el número de agricultores no hace más que reducirse drásticamente pero de forma descontrolada, generando con ello despoblación rural, desequilibrio territorial y un envejecimiento que ahorra compromete la renovación del sector.
  • Los graves desequilibrios ocasionados por la PAC de los precios y mercados a sectores preferentes condujo al colapso del presupuesto comunitario y, con ello, a la nefasta idea del abandono de la producción agrícola aplicada en la Reforma de 1992.
  • Las sucesivas reformas de la PAC, sin lograr el estrechamiento de la brecha de renta, se han traducido en una política pública progresivamente más compleja, ineficaz e injusta. Sobre todo por la consolidación de unos derechos históricos desacoplados de la producción que desincentivan la productividad y la mejora de las explotaciones.

Tras más de 50 años de PAC persiste una acusada brecha de renta entre los agricultores y el resto de los ciudadanos. Hoy, lo mismo que hace 50 años, la renta media de los agricultores del conjunto de la UE, aún incluyendo las ayudas de la PAC, sigue siendo la mitad que la del resto de los europeos. Cabe preguntarse, por tanto, sobre las razones de este fracaso.

Cuánto supone la PAC y quiénes se benefician.

Por Joaquín Olona. Zaragoza, 15 de febrero de 2017.

Las ayudas directas de la PAC, las vinculadas a derechos históricos y pagos desacoplados por superficie -es decir, que se perciben con independencia de lo que se produzca o incluso aunque no se produzca nada, ascendieron en España (2016)  a 4.171 millones €. Estas ayudas son las que corresponden al nuevo Régimen de Pago Básico, incluyendo también el Pago Verde, el Régimen de Pequeños Productores y el Complemento para Jóvenes Agricultores.

Las ayudas acopladas a determinadas producciones agrícolas y ganaderas percibidas en función de la superficie realmente cultivada (arroz, remolacha, proteaginosas, legumbres, frutos de cáscara, algarrobas y tomate industria) o del número de cabezas de ganado realmente gestionadas (vacas nodrizas, vacuno de cebo, vacuno de leche, ovino y caprino) ascendieron a 570 millones € durante 2016.

Durante 2016 también se destinaron  645 millones €  a sectores específicos tales como el hortofrutícola  (234 millones €), el vitivinícola (216 M€), algodón (65 millones €) y otros bajo diferentes y variadas modalidades de ayuda.

Las Islas Canarias recibieron (2016) la cantidad de 267 millones € a través de un programa específico (POSEICAN) que atiende a sus condiciones especiales.

Las ayudas arriba descritas configuran el llamado Primer Pilar de la PAC cuyo importe total ascendió en 2016, para el conjunto de España, a 5.653 millones € procedentes en su totalidad del Fondo Europeo Agrícola de Garantía (FEAGA).

El llamado Segundo Pilar de la PAC destinado al desarrollo rural, cuenta con un importe medio anual estimado de ayuda pública de 1.879 millones € para el periodo 2014-2020, en este caso cofinanciado por el Fondo europeo agrícola de desarrollo rural (Feader), la Administración General del Estado y las Comunidades Autónomas. Esta ayuda se articula en Programas de Desarrollo Rural, uno por Comunidad Autónoma y otro nacional), que incluyen un amplio y variado conjunto de medidas que contemplan subvenciones a la inversión en activos físicos de diferente naturaleza o a la incorporación de jóvenes agricultores, compensaciones por limitaciones naturales o por llevar  a cabo acciones de interés ambiental o climático, apoyo a la formación, el asesoramiento y la transferencia de conocimientos, fomento de la agricultura ecológica o de la calidad agroalimentaria, apoyo a la gestión forestal,  aplicación del método Leader para diversificación y mejora de la economía rural y otras.

Así, la PAC supone en España un apoyo público financiero total anual del orden de 7.500 millones €, en su mayor parte procedente de fondos europeos (FEAGA y Feader) y que se distribuyen a través de un sistema de ayudas extraordinariamente complejo, de difícil comprensión y todavía más difícil gestión y evaluación. Estas dificultades y complejidad hacen que, por ejemplo, una pregunta tan sencilla como es ¿quiénes son los beneficiarios de la PAC? resulte muy difícil de contestar.

Si nos centramos en la principal componente de la PAC, es decir en los 4.171 millones € que configuran la ayuda  vinculada a derechos históricos y pagos por superficie desacoplados de la producción, nos encontramos, para el conjunto de España, con un colectivo de unos 800.000 beneficiarios. Sobre su caracterización socioeconómica se sabe muy poco: elevado grado de envejecimiento (más del 40% superan los 65 años), enorme heterogeneidad y poco más. En el caso de Aragón, con algo más de 45.000 beneficiarios, el cruce de los datos del PAC con la declaración del IRPF ha mostrado que, básicamente, se trata de un colectivo muy poco vinculado a la actividad agraria ya que el 71% de los beneficiarios declaran una renta agraria que tan sólo supone el 9% de su renta total. Esto cuestiona la eficacia de la ayuda. También ha podido comprobarse que cuanto mayor es la renta agraria, mayor es el importe de la ayuda recibida. Esto cuestiona la equidad. No obstante, también ha podido constatarse que cuanto mayor es el nivel de renta agraria, mayor es el  nivel de profesionalidad agraria, siempre que se admita que dicha profesionalidad es tanto mayor cuanto mayor peso tiene la renta agraria en la renta total.

Por otro lado existen muchos agricultores y ganaderos, como son los fruticultores, los cunicultores, los avicultores, los porcinocultores y otros que, estando sometidos a las mismas incertidumbres, están completamente excluidos de unos pagos directos que, aunque no la tienen en cuenta, se aplican con el propósito de compensar la renta.

No puede decirse, por tanto, que todos los agricultores se beneficien de la PAC, al menos no en la misma medida, ni que todos los beneficiarios puedan considerarse propiamente agricultores, al menos no con la profesionalidad razonablemente requerida.

Desarrollo rural con agricultura.

Joaquín Olona en la apertura del curso académico 2016 del IAMZ. Zaragoza, 26 de Septiembre de 2016.

El Instituto Agronómico Mediterráneo de Zaragoza (IAMZ) supone una importante contribución a la generación y difusión del conocimiento científico y técnico en el marco de la cooperación internacional. Contribuye con ello a la fundamentación científica de las políticas de desarrollo rural y agrícola que, al igual que las tecnologías, también requieren de la investigación y el desarrollo.

En un mundo cada vez más urbano y en el que la población que vive en las ciudades ya supera a la que vive en los pueblos, el desarrollo rural sigue siendo un objetivo relevante de las políticas públicas. Sigue siendo, de hecho, una política pública. Es más, en el siglo XXI supone un reto vinculable a otros desafíos globales tales como la mitigación y adaptación al cambio climático o como el que supone alimentar a una población que no sólo crece sino que aumenta su demanda efectiva de alimentos como consecuencia de la reducción de la pobreza.

En la Unión Europea, tras 25 años de impulso específico al desarrollo rural en el marco de la Política Agrícola Común (PAC) se ha logrado prestigiar al mundo rural, lo que ha supuesto un importante avance social. Sin embargo no se ha conseguido detener la despoblación de las áreas rurales, sobre todo en las zonas de menos densidad demográfica.  En Aragón , si se excluye la ciudad de Zaragoza, la densidad regional no alcanza los 10 habitantes/km2 y ya existen comarcas con menos de 1 habitante/km2.

Es preciso, por tanto, revisar los paradigmas en los que han sustentado la política de desarrollo rural europea durante los últimos 25 años, sin duda el referente  más destacado en el panorama mundial, proponiendo en su caso otros nuevos. Para ello es preciso tener en cuenta los nuevos desafíos  globales así como las lecciones aprendidas de la amplia experiencia acumulada en un escenario tan amplio y diverso como supone el conjunto de las regiones europeas, que es la escala a la que se ha aplicado la política de desarrollo rural.

La necesidad de la política de desarrollo rural es evidente. No lo es tanto como visibilizarla y gestionarla teniendo en cuenta su horizontalidad. En el Gobierno de Aragón, la existencia de un departamento específico sobre desarrollo rural (y sostenibilidad) no impide que todos los demás departamentos atiendan al desarrollo de las zonas rurales. La política social, es decir,  la educación, la sanidad, la atención a los desfavorecidos y la lucha contra la desigualdad contribuye directamente al desarrollo de las zonas rurales aragonesas adquiriendo, incluso, una mayor relevancia e impacto.

No debe confundirse la política de desarrollo rural con la política agraria, ni mucho menos pretender sustituir una por la otra. El tradicional antagonismo entre «agraristas» y «ruralistas» carece de sentido y debe superarse. Ambas políticas, la rural y la agraria, son necesarias y distintas sin que esté justificada la pretensión de que una anule o niegue a la otra. La minusvaloración de la agricultura, o incluso su desprecio, en la que incurrió la propia PAC de final del siglo XX fue un grave error. En la definición estratégica del Horizonte 2020 europeo se ha vuelto la mirada hacia una agricultura productiva que puede y debe contribuir al crecimiento económico, al empleo y al desafío alimentario mundial al tiempo que genera bienes públicos ambientales, sociales y territoriales.

No cabe pensar en un desarrollo rural basado exclusivamente en la agricultura pero tampoco en un desarrollo rural que prescinda o minusvalore la agricultura.  Las actividades agrícolas y ganaderas configuran la base económica , en ocasiones prácticamente insustituíble, de la mayor parte de las zonas rurales. Pero es que, además,  existe una profunda conexión y dependencia entre dichas actividades y los ecosistemas incluso de más alto valor.

Tampoco cabe pensar en un desarrollo rural sin atender a dos componentes esenciales que determinan el sistema de poblamiento como son  la generación de empleo y la oferta de servicios básicos que, en nuestro contexto, son los factores que garantizan una calidad de vida equiparable a la urbana.

Política del agua y medio ambiente.

Publicado por Joaquín Olona en Heraldo de Aragón. 

Los poderes públicos tienen la obligación de  proteger y mejorar los recursos hidrológicos y los ecosistemas asociados porque de ello depende nuestro desarrollo y bienestar así como el de nuestros descendientes.

La calidad de los cursos  fluviales  y de las masas de agua, en nuestro contexto fuertemente antropizado, se ve condicionada por las actividades económicas y los servicios que sustentan nuestra sociedad. La sostenibilidad de estas actividades y servicios exige compatibilizar sus efectos sobre el medio ambiente, y en particular sobre el sistema hidrológico, con los estándares de calidad ambiental preestablecidos. Un proceso que  genera conflictos inevitables que, necesariamente, conducen a la política, entendida esta como la toma de decisiones sobre conflictos de interés colectivo con carácter vinculante, es decir, con intención de obligar.

La extrema irregularidad hidrológica del dominio mediterráneo hace que la fijación de caudales ecológicos así como del resto de parámetros y criterios que definen el buen o mal estado de las masas de agua reviste una enorme complejidad, de hecho inabordable desde presupuestos exclusivamente técnicos. Los dilemas que se derivan, fruto de la confluencia de intereses económicos, sociales y ambientales, solo permiten soluciones imperfectas cuya estabilidad depende de la solidez y amplitud de los acuerdos políticos y de los fundamentos técnicos en las que se sustentan.

Es preciso revisar la idea de cuenca excedentaria, particularmente cuando los caudales son tan irregulares como los del Ebro, que a su paso por Zaragoza puede no alcanzar los 100 m3/segundo o superar los 4.000 m3/segundo. En todo caso hace falta garantizar que los ríos desemboquen en el mar, comprendiendo que las aguas que llegan al mar no son un desperdicio o que las crecidas y avenidas fluviales forman parte del ciclo natural. Todo ello es necesario para que los ríos sigan siéndolo lo que no impide exigir coherencia con su régimen hidrológico natural.

También es preciso revisar la invocación de la solidaridad como justificación de los trasvases. Porque la distribución de los recursos naturales no es justa ni injusta. Invocar la solidaridad para trasvasar agua pierde su sentido cuando pretende aplicarse a territorios desarrollados, similares en su configuración socioeconómica. Cada territorio debe aprovechar sus propios recursos que, naturalmente, son diferentes y que, por serlo, configuran especializaciones económicas distintas. Una especialización que ningún territorio debería lograr a expensas de los recursos de otro.

La política del agua no puede reducirse a la política hidraúlica, es decir a la planificación y gestión de las infraestructuras de regulación y transporte necesarias para que el agua sea un recurso accesible y nuestra sociedad cuente con los niveles de seguridad hídrica que necesita. Una política -la hidráulica- que refleja una de las primeras asociaciones entre dos ámbitos todavía excesivamente alejados entre sí como son la política y la técnica. Una política forjada en Aragón, donde también siempre se ha cuestionado y ahora demonizado, pero que debe valorarse en la justa medida que la necesitamos. Porque la llamada política de gestión de la demanda, basada en el ahorro y la eficiencia, siendo necesaria no es suficiente para cubrir nuestras expectativas de desarrollo económico y bienestar social, sobre todo del medio rural.

El agua no solo es un recurso natural que proteger y mejorar, también es un bien económico que debemos saber utilizar.  Razón ésta por la que la política del agua tampoco es reducible a la política ambiental y es preciso coordinarla mejor con otras políticas fundamentales como son la energética, la agrícola, la de desarrollo rural o la de cambio climático.

Otra vez Biscarrués.

Publicado por Joaquín Olona en Heraldo de Aragón, 24 de junio de 2015.

Paralizar de nuevo el embalse de Biscarrués, proyectado en el río Gállego, no contribuye necesariamente al bienestar del conjunto de la sociedad, es decir, al interés general. Al igual que los intereses económicos son particulares cuando los beneficios se circunscriben a un grupo social limitado lo mismo cabe decir respecto de los intereses ambientales cuando no están legitimados por la mayoría social.

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El reto del asesoramiento agroalimentario en Aragón.

Publicado por Joaquín Olona en AgroNegocios (22-05-2015).

Los agentes más destacados del sector agroalimentario aragonés deben afrontar el reto que supone organizar un verdadero sistema de extensión agraria al servicio de los agricultores y de las empresas. La agroalimentación aragonesa, al igual que la del resto de España, debe hacer frente al grave deterioro que sufre su productividad buscando soluciones en la gestión del conocimiento. La nueva programación con cargo al Feader ofrece posibilidades financieras pero son los agentes del sector quienes deben esforzarse en buscar soluciones que permitan aprovecharlas con eficacia.

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Agua y soberanía alimentaria.

Publicado por Joaquín Olona en Heraldo de Aragón, 31 de marzo de 2015.

Reducir el cultivo de cereales y otros cultivos de supuesto bajo valor económico en los regadíos, ta y como se propone desde el Observatorio del Agua de la Fundación Botin, es cierto que permitiría ahorrar agua. Un ahorro de un recurso que tenemos, el agua, a costa de perjudicar una fortaleza económica de la que carecemos.

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La crecida del Ebro.

Publicado por Joaquín Olona en AgroNegocios (13-03-2015).

La Expo-2008 de Zaragoza, dedicada al “Agua y el desarrollo sostenible”, ocupó el “Meandro de Ranillas”. Gran parte de la huerta de Zaragoza ha sido urbanizada durante los últimos 50 años. ¿ Alguien piensa en devolver estos espacios al río? Entones, sabiendo que los pueblos ribereños basan su economía en la agricultura ¿por qué anteponer la dinámica natural del río a los usos agrícolas centenarios?  Una dinámica fluvial que, en realidad, hace mucho que dejó de ser natural y que está profundamente modificada.

Leer artículo de AgroNegocios.

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La política agraria y el ‘agricultor activo’

Publicado por Joaquín Olona y Javier Lorén el Heraldo de Aragón (21-01-2015).

La definición de ‘agricultor activo’ en el contexto de la PAC, es decir, la decisión sobre el quién, el cómo y el por qué de las ayudas agrícolas, está en la misma esencia de la la política agraria. Eso sí, siempre que se entienda como tal, es decir, como una verdadera política pública. Pero lamentablemente, no es a lo que responde la PAC ni las decisiones que sobre ella impone la tecno-burocracia de Bruselas, una auténtica anomalía en una democracia avanzada.

Recientemente el Gobierno español ha tenido que rectificar su consideración de agricultor activo, para acomodarla al dictado de los funcionarios de la Comisión Europea, que no sabemos ante quien responden. Un episodio muy poco ejemplar que no contribuye a legitimar la política agraria que se necesita sino, en todo caso, la de la ‘agricultura del sofá’.

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