Joaquín Olona. Zaragoza, 12 de marzo de 2017.
Los buenos resultados logrados con el quebrantahuesos, medidos en términos de mejora neta de la especie, demuestran la necesidad y utilidad de trabajar de forma coordinada e integrada, sobre todo con el territorio y sus agentes.
Suelta de ejemplares de quebrantahuesos en Picos de Europa en 2016.
El quebrantahuesos (Gypaetus barbatus) es una de las aves más singulares y emblemáticas de la avifauna mundial siendo la única ave osteófaga, es decir, la única que se alimenta a base de huesos. Estando en peligro de extinción, cuenta con una Estrategia Nacional para su Conservación, así como un Plan de Recuperación en Aragón que, aprobado por Decreto 45/2003 de 25 de febrero. es uno de los pocos ejemplos y más destacados de éxito en una política de bodiversidad que urge reorientar.
Las acciones de conservación de esta especie, impulsada y pilotada por la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos, se coordina con las diferentes comunidades autónomas pirenaicas y la vertiente pirenaica francesa, mediante un protocolo común de actuación, así como con el Principado de Asturias.
No sólo se está logrando la expansión del quebrantahuesos y su recuperación en los Pirineos y en los Picos de Europa, donde este año ha logrado reproducirse, sino que también se está promoviendo el desarrollo rural mediante proyectos de cooperación con los agentes del territorio. Un enfoque esencial para que la conservación y mejora de la biodiversidad sea entendida en el medio rural no sólo como una obligación sino como un recurso para el desarrollo sostenible.
Porque los mayores problemas ambientales que afectan al quebrantahuesos no sólo son los tendidos eléctricos, la caza ilegal, el uso de venenos, la trasformación del hábitat o el fracaso reproductor sino, también y quizás sobre todo, el retroceso de la ganadería extensiva en las zonas de montaña, lo que disminuye la disponibilidad de alimento para esta carroñera tan especializada en su alimentación.