Agricultura, balanza comercial y política.

Estados Unidos y la Unión Europea son dos grandes potencias agrícolas mundiales. Sus agriculturas son esencialmente familiares y, en ambos casos, mejoran sin cesar su productividad mediante la tecnología y la innovación. Sin embargo, muestran diferencias muy acusadas.

Mientras que la renta agraria americana creció un 24% entre 2010 y 2011, la europea tan sólo lo hizo un 7,5 % (la española cayó un 3,4 %).Los agricultores americanos reciben menos de la mitad de ayuda que los europeos. Pero eso no quiere decir que el Gobierno Federal apoye menos la agricultura. Todo lo contrario. Estados Unidos y la Unión Europea destinan un porcentaje muy similar de su PIB respectivo al apoyo agroalimentario; alrededor del 0,8%. Pero mientras la agricultura americana contribuye con un 0,7 % al PIB, la europea lo hace con el 1,7%.

Sin embargo, lo más sustancial quizás sea la diferente posición de una y otra agricultura en relación con el comercio internacional. Porque mientras Estados Unidos lidera las exportaciones agrícolas mundiales, la Unión Europea es el líder absoluto de las importaciones.

Las exportaciones agrícolas, basadas en las ventajas competitivas reales que ofrecen muchos de sus productos, resultan esenciales para el sostenimiento de los precios percibidos y las rentas de los agricultores americanos, especialmente en un contexto donde, como ocurre en la UE, la productividad agrícola crece más de lo que lo hace la demanda interna de alimentos. Pero además, los políticos y las autoridades públicas son conscientes, y admiten, que dichas exportaciones favorecen la economía. El superávit neto del comercio agrícola estadounidense, que fue de 28.000 millones $ durante el periodo 2007-2009, resulta determinante para contener su abultado déficit comercial, uno de los males crónicos que sufre la economía americana y que, en 2011 alcanzó los 47.500 millones $. Las autoridades americanas también reconocen y valoran el efecto estimulante de las exportaciones agrícolas al considerar que cada dólar de exportación agrícola genera 1,64 dólares en actividades asociadas. También destacan el hecho de que la exportación agrícola genera más de 800.000 empleos, de los que más de la mitad corresponden a actividades no agrícolas.

La Unión Europea, la campeona mundial de las importaciones, durante el periodo 2007-2009 presentó un déficit neto en su comercio agrícola de 8.000 millones $. A diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, la agricultura europea no contribuye a aliviar el déficit comercial global de la UE, que ronda los 30.000 millones $, sino que lo agrava. Una razón más para reorientar la Política Agrícola Común (PAC) hacia la productividad y la competitividad de forma mucho más seria, rigurosa, decidida y ambiciosa de lo que la Reforma en curso pretende. Una Reforma cuyo principal objetivo es mantener el sistema de ayudas vigentes, y legitimarlo socialmente, introduciendo nuevas exigencias ambientales. Una estrategia de  “verdeo” (greening, en inglés) cuya principal finalidad se centra en justificar las ayudas sin generar, necesariamente, beneficios ambientales reales ni aumentar la calidad ni la seguridad alimentaria objetivas. Pero que, sin embargo, pone en peligro la competitividad de nuestra agricultura, dificulta su contribución a la economía y hace que los alimentos, sin ser más seguros ni mejores, resulten menos asequibles.

Parece que la forma de proceder de la Comisión Europea, en relación con la PAC, da la razón al profesor de Harvard Robert Paarlberg que, con carácter general, afirma: “hay dos objetivos de la política agrícola que nunca aparecen en los preámbulos de la legislación y que raramente se mencionan en las sesiones públicas. Estos objetivos son apoyar a la agricultura en la forma acostumbrada y elegir o reelegir a ciertas personas para los cargos públicos”.

Publicado por J. Olona en Heraldo de Aragón (12-02-2012)

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