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MEJORAR LAS RELACIONES ENTRE EL CAMPO Y LA CIUDAD (J. Olona. Heraldo de Aragón 18-04-2010)

LOS PROBLEMAS QUE SE APRECIAN DE DESPOBLACIÓN RURAL Y DE DESEQUILIBRIO ESPACIAL JUSTIFICAN LA NECESIDAD DEL ENFOQUE TERRITORIAL DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS.

Frente a la tradicional polarización entre lo rural y lo urbano, cada vez toma más fuerza la idea de potenciar las relaciones entre ambos y con el fin de impulsar el desarrollo del territorio en su conjunto.

Los problemas de despoblación rural y de desequilibrio espacial, especialmente visibles en Aragón, unidos a la necesidad de equiparar las condiciones de vida de los ciudadanos con independencia de su residencia, justifican la necesidad del enfoque territorial en la las políticas públicas.

El reciente Tratado de Lisboa añade expresamente la dimensión territorial al principio de Cohesión que, hasta ahora, sólo se contemplaba formalmente desde la perspectiva económica y social. Por otro lado, el Libro Verde sobre la Cohesión Territorial de la Comisión Europea pone un especial énfasis en las relaciones y vinculaciones entre el “campo y la ciudad”. De este modo responde a los planteamientos de la Estrategia Territorial Europea, aprobada en 1999 en Postdam, así como a la más reciente Agenda Territorial de la UE aprobada en Leipzig en 2007.

El desarrollo territorial debe traducirse en la reducción de las desigualdades geográficas, particularmente en las condiciones y calidad de vida de la población. Debería ser simplemente el resultado de la buena gestión de unas políticas públicas bien diseñadas y coordinadas. Esto no se consigue por el mero hecho de crear más y más órganos y organismos que, en ocasiones, lo único que consiguen es aumentar el gasto y dificultar todavía más la coordinación. Tampoco se consigue anteponiendo los intereses institucionales, cuando no meramente partidistas, a las necesidades y problemas reales de la gente. La instrumentalización político-partidista de los procesos de descentralización administrativa, la excesiva focalización de la Ordenación Territorial sobre el urbanismo, la clamorosa falta de colaboración ministerial y departamental en la puesta en marcha y aplicación de la Ley para el Desarrollo Sostenible del Medio Rural, la desvinculación de la Política de Desarrollo Rural de la Política de Cohesión de la UE o la escasa visibilidad del enfoque territorial en ésta última son ejemplos que ponen de manifiesto las insuficiencias institucionales y políticas a las que debe hacerse frente si se quiere abordar en serio el objetivo de la cohesión territorial.

Pero también es preciso avanzar en una mejor comprensión de lo “urbano” y lo “rural”. Aunque son conceptos muy intuitivos no son tan útiles ni operativos como parece. Llama la atención, por ejemplo, que nunca se haya conseguido una definición formal y precisa, plenamente aceptada, ni de la ruralidad ni de lo urbano. El tratamiento tradicionalmente separado de ambos conceptos resulta cada vez más inadecuado siendo conveniente adoptar una nueva visión, más sencilla y práctica, en la que simplemente se considere el territorio en su conjunto. Lo rural y lo urbano no son entes aislados y separados sino que es de forma conjunta como configuran la realidad y la dinámica territorial que observamos. Éstas surgen de unas complejas relaciones sociales, económicas, ambientales e institucionales cuya puesta en valor e intensificación es una de las claves sobre las que abordar una nueva estrategia de desarrollo más útil y efectiva para todos, que es lo que interesa.

EL MUNDO APUESTA POR LAS BIOTECNOLOGÍAS AGRARIAS (J. Olona. Heraldo de Aragón 21-03-2010)

Mientras en la UE domina la desconfianza hacia las biotecnologías agrarias, organizaciones como la FAO o la OCDE consideran las oportunidades que ofrecen.

Las biotecnologías agrarias, como consecuencia de la confusión y controversia que rodea a los transgénicos, están convirtiéndose en la Unión Europea en un tabú.  Llama la atención que se produzca esta situación en una sociedad que se autodenomina “del conocimiento” y que aboga por la I+D+i. Sorprende, todavía más, que el sistema público europeo de investigación permanezca prácticamente ajeno a los avances biotecnológicos  agrarios abandonándolos, prácticamente, al impulso privado. También resulta sorprendente la aparente contradicción en la que se incurre cuando se valoran muy positivamente los avances propiciados por la biotecnología en el campo de la salud  o de la industria y tienden a rechazarse todo tipo de aplicaciones biotecnológicas en la agricultura.

Mientras en la Unión Europea domina la desconfianza hacia las biotecnologías agrarias, organizaciones internacionales como la FAO y la OCDE consideran abiertamente las oportunidades que dichas tecnologías ofrecen para el desarrollo sostenible e impulsan su aplicación.  Una muestra de ello es la Conferencia que sobre las Biotecnologías Agrícolas en los Países en Desarrollo acaba de organizar la FAO en Guadalajara (Méjico) durante la primera semana de este mes de marzo. Otra es el estudio publicado recientemente por la OCDE mediante el que propone una agenda política para el desarrollo de lo que llama “Bioeconomía” en el horizonte de 2030.

La Conferencia de la FAO ha señalado que las biotecnologías agrarias no sólo son los transgénicos sino que agrupan una amplia gama de herramientas que se aplican a los cultivos, al ganado, a los bosques, a la acuicultura y a la agroindustria.  «Existen muchas tecnologías que se aplican en algunos países en desarrollo, como la fermentación y la inseminación artificial. Debemos enfocar nuestros esfuerzos en mejorar el acceso de los países en desarrollo a estas tecnologías», comentó Shivaji Pandey, representante de la FAO. En la Conferencia se han presentado numerosos estudios de caso que ilustran cómo las biotecnologías pueden ayudar al desarrollo sostenible: marcadores de ADN para mejora ovina en India ó caracterización molecular de cultivos microbianos para producción de alimentos y bebidas fermentadas en la República Dominicana, México y Tailandia.

La Conferencia concluye que cada país debe tener una visión nacional clara del papel de las biotecnologías y examinar las opciones y oportunidades en el contexto de las estrategias y los objetivos nacionales en materia de medio ambiente y de desarrollo económico, social y rural. Se acordó la necesidad de políticas nacionales efectivas y favorables que faciliten el desarrollo y uso de biotecnologías apropiadas. También acordó que los países en desarrollo deberían aumentar las inversiones nacionales en el desarrollo y uso de las biotecnologías para apoyar, en particular, a los pequeños agricultores. El  Director General Adjunto de la FAO, Modibo Traoré, explicó que «Las biotecnologías agrícolas no se utilizan ampliamente en los países en desarrollo, y la investigación y el desarrollo de las biotecnologías agrícolas no han sido generalmente dirigidas a las necesidades y problemáticas de los pequeños productores. Esto debe cambiar”. La Conferencia identificó los elementos clave necesarios para poner las  biotecnologías agrícolas al servicio del mundo en desarrollo: mayor inversión, cooperación internacional, políticas nacionales efectivas y favorables y marcos regulatorios.Por otro lado, el estudio de la OCDE atribuye a la biotecnología un papel esencial para dar respuesta, eficiente y sostenible, a los serios desafíos que la economía y la sociedad deben afrontar en los próximos 20 años, periodo en el que la población mundial aumentará en más de 1.000 millones de habitantes. El estudio afirma que el uso de las biotecnologías en la agricultura, en la industria y en la salud será global, beneficioso e imparable. Considera imprescindible el desarrollo de nuevas variedades de cultivos y mejoras en el ganado mediante  la biotecnología y propone abordarlo aumentando la investigación pública y privada, particularmente en los países desarrollados, y promoviendo la cooperación entre ambas. Entre otras cosas, también propone reducir las barreras a la innovación biotecnológica, promover sus aplicaciones comerciales así como intesificar el  diálogo entre gobiernos, ciudadanos y empresas. Todo un reto para nuestros políticos e instituciones regionales, nacionales y europeas, que no siempre concentran su atención en los asuntos verdaderamente importantes. 

INNOVAR DESDE EL TERRITORIO (J. Olona. Heraldo de Aragón, 21-02-2010)

El Segundo Congreso Nacional de Desarrollo Rural, organizado por el Colegio de Ingenieros Agrónomos de Aragón, Navarra y País Vasco en el ámbito de la 36 edición de la FIMA recientemente llevada a cabo en Zaragoza, ha puesto de manifiesto que innovar desde el territorio, que es tan necesario como posible, implica impulsar cambios en la economía y en la sociedad rural para mejorar su calidad de vida y lograr un desarrollo regional mejor y más equilibrado. No puede pretenderse poner en conserva el campo ni tampoco congelar nuestros pueblos y sus gentes convirtiéndolos en museos. Se necesita un medio rural vivo, activo y productivo, bien relacionado con las ciudades y con los mercados.

La innovación requiere de personas capaces de generar nuevas ideas y de llevarlas a la práctica asumiendo riesgos, que son consustanciales al proceso innovador. La innovación se alimenta de los avances científicos y tecnológicos, a los que la sociedad rural no puede ni debe renunciar. La innovación debe traducirse en actividades productivas orientadas al mercado contribuyendo al mismo tiempo a la cohesión social y territorial así como a la mejora ambiental.

La agricultura es imprescindible para la economía y la ecología rurales; también para afrontar los restos de una población en continuo crecimiento y que aumenta sin cesar su demanda de alimentos, fibras y energía; también sus exigencias de calidad y seguridad. Para lograr una agricultura más eficiente, limpia y segura deben aprovecharse todos los conocimientos y herramientas tecnológicas disponibles, que son múltiples y diversas. Los criterios científicos y técnicos deben tener más peso e influencia en la opinión pública y en la decisión política puesto que son especialmente adecuados y útiles para luchar contra la arbitrariedad, el capricho y el fundamentalismo de cualquier naturaleza, incluido el conservacionista.

La agricultura, a lo largo de su historia, ya ha demostrado sobradamente su capacidad para adaptarse al continuo incremento de necesidades y exigencias de todo tipo; lo ha hecho, y lo seguirá haciendo, gracias a la innovación tecnológica. Pero la agricultura, y mucho menos el resto de actividades rurales tradicionales, no pueden dar respuesta, por sí mismas y en exclusiva, a las necesidades y retos de una sociedad rural verdaderamente avanzada. Sin renunciar a la agricultura y aprovechando todas las posibilidades que ofrece el medio rural necesita de nuevas actividades productivas generadoras de valor añadido y de empleo. El desarrollo rural no puede prescindir de la agricultura como base económica esencial pero debe enmarcarse en el objetivo más amplio de la cohesión territorial introducido por el reciente Tratado de Lisboa de la Unión Europea.

Las infraestructuras y los servicios de telecomunicación son esenciales para la economías y el bienestar de la población rural, que no puede excluirse de la nueva sociedad de la información y del conocimiento. Estas infraestructuras y servicios se han convertido en factores fundamentales de vertebración y de cohesión económica, social y territorial, que son los objetivos a los que aspira el verdadero desarrollo regional y a cuyo logro debe contribuir el desarrollo rural. También se han convertido en una herramienta clave al servicio de la innovación productiva y de los mercados, que es hacia donde debe enfocar preferentemente sus objetivos la política y la sociedad rural.

¿DEBE AYUDARSE A LA AGRICULTURA? (J. Olona. Heraldo de Aragón, 22-11-2009)

EXISTEN RAZONES MÁS QUE SUFICIENTES PARA APOYAR A LA AGRICULTURA. EL PROBLEMA CONSISTE EN DETERMINAR EN QUÉ CUANTÍA Y BAJO QUÉ FÓRMULAS DEBE OTROGARSE LA AYUDA.

Los expertos señalan que el obstáculo principal para la reducción del hambre es la insuficiente inversión en agricultura.  La crisis alimentaria primero, y la crisis económica mundial después, han agravado los problemas haciendo que el número de personas subalimentadas sobrepase actualmente los mil millones.

Los estados ayudan a sus agriculturas en todas las economías avanzadas, aunque con intensidades muy distintas. Los agricultores de la OCDE reciben el equivalente al 23 % de lo que producen; sin embargo éste indicador (PSE) varía entre el 0,93 % (Nueva Zelanda) y el 62 % (Noruega); entre ambos extremos están los Estados Unidos, con el 10%, la Unión Europea, con el 27%, España, con el 28 % o Aragón, con 33 %. Las economías emergentes, tales como China, Brasil o Chile presentan valores (PSE) del 8,6%, 5% y 4% respectivamente. Por el contrario, los países subdesarrollados, en vez de ayudarla, tienden a utilizar la agricultura para financiar su crecimiento económico. Por ejemplo, en 1993, eran los agricultores chinos quienes ayudaban al resto de su economía con unos recursos equivalentes al 13,5% de la producción bruta agraria.

Las ayudas a la pueden destinarse directamente a los agricultores mediante ayudas a los precios, a la producción, a la renta, a la compra de inputs, a las inversiones, a las desventajas, riesgos y desastres naturales, etc. También pueden aplicarse  en forma de I+D, inspección y gestión, formación, dotación de infraestructura, promoción de productos u otros servicios generales o mediante transferencias de distinto tipo entre productores, consumidores y contribuyentes.

Las ayudas se han reducido durante los últimos 20 años en  todos los países desarrollados. Así, por ejemplo, en el conjunto de la OCDE el apoyo público total a la agricultura, como proporción del PIB total, ha pasado del 2,48% (1986-88) al 0,89 % (2006-08); en Estados Unidos, del 1,33% al 0,72% y en la Unión Europea, del 2,71 % al 0,95%. En el periodo 2002-2006, en España, esos porcentajes han caído desde el 1,95 % hasta 1,29 % mientras que en Aragón lo han hecho desde el 4,79 % hasta 3,69 %. El apoyo específicos a los agricultores (PSE), ha pasado del 37% (1986-88) al 23 % (2006-08) en el conjunto de la OCDE mientras que en USA lo ha hecho del 22% al 10% y en la Unión Europea, del 40% al 27%.

Los países que más han reducido las ayudas agrarias lo han hecho en paralelo a otros procesos de liberalización. El caso más destacable es el de Nueva Zelanda, que en 1986 redujo de forma drástica las ayudas agrarias abordando profundas reformas en el mercado de capitales, en el de trabajo y en su política macroeconómica. La principal lección extraída de esta experiencia, única en el mundo desarrollado, es que los procesos de liberalización exigen escenarios sociales, culturales, geográficos y políticos muy favorables y  que sólo producen los beneficios perseguidos si se abordan mediante políticas sectoriales y macroeconómicas coordinadas y coherentes; de lo contrario, los desequilibrios económicos y sociales pueden resultar inaceptables.

Aunque  la productividad  agraria aumenta sin cesar, en todos los países desarrollados permanece por debajo de la industrial. Por ejemplo, en España, la renta por ocupado agrario tan sólo equivale al 54% de la renta media del conjunto de los ocupados. Pero es que la agricultura, además de producir alimentos, fibras y otros bienes de mercado, también produce otros que no lo son (paisaje, retención de CO2, etc.). La inestabilidad de la producción y de los precios agrarios, como consecuencia de la incidencia de los factores naturales, aconseja, por otro lado, considerar el papel estratégico de la agricultura.

Existen por tanto razones más que suficientes para  apoyar a la agricultura. El problema consiste más bien en determinar en qué cuantía y bajo qué fórmulas debe otorgarse la ayuda para que redunde en el interés general y resulte aceptable y comprensible para la sociedad.

¿DEBEMOS PAGAR MÁS POR EL AGUA DE RIEGO? (Heraldo de Aragón, 4-10-2009) J. Olona y M. Horta.

Los objetivos ambientales que persigue la Directiva Marco del Agua no son abordables elevando las tarifas del agua. Sin embargo, sí que existen otros instrumentos alternativos más adecuados que contribuyen, además, al logro de otros objetivos complementarios.

La cantidad de agua utilizada en el mundo, con el crecimiento demográfico y de las necesidades asociadas, aumenta sin cesar empeorándose, además, la calidad de los  ecosistemas asociados.  Esto ha motivado una creciente preocupación y, también, que el agua se trate como un bien económico. Sin embargo, no es un  bien comercial, es decir,  no está sujeto a las leyes de la oferta y la demanda del mercado. Además, su consideración económica tampoco excluye otros valores de índole social y cultural que de hecho, también se le reconocen. Sobre este escenario, y con la preocupación de la mejora de la calidad ecológica del agua, se aplica la Directiva Marco del Agua (DMA).

Una de las novedades de la DMA es la referencia a los precios como posible instrumento para la mejora ecológica del agua. Hay quienes sugieren que la competencia entre los diferentes usuarios del agua llevaría al establecimiento de unos precios que optimizarían los usos, entre ellos el regadío que es el que más agua utiliza.  Pero este esquema es una completa ficción puesto que, como ya se ha dicho, el agua ni es un bien de mercado ni tiene sentido que lo sea.

La DMA plantea que el precio repercutido a los usuarios del agua, regantes incluidos, debería contribuir a la recuperación de tres tipos de costes: los financieros, los ambientales y los de los recursos en sí mismos. Los primeros hacen referencia a la amortización, mantenimiento y operación de las infraestructuras hidráulicas (embalses, canales y redes). Los segundos, contemplan  los costes asociados deterioro ambiental que provocan los usos.  Los terceros reconocen el valor del agua en sí misma.

El grado de recuperación del gasto público en infraestructuras  relacionadas con el agua, que suelen prestar múltiples funciones, no está suficientemente estudiado y, en la práctica, su determinación es bastante complicada. Sin embargo, y contrariamente a lo que suele decirse, los niveles de recuperación suelen ser bastante elevados; incluso pueden resultar desproporcionados si se tiene en cuenta la calidad del servicio recibido en relación con las necesidades de los regantes y su nivel de satisfacción.

Los cánones de riego y tarifas de agua que abonan actualmente los regantes se corresponden estrictamente con lo que la DMA llama costes financieros. La cuestión es si las cantidades repercutidas por este concepto son las adecuadas y si deben añadirse otras relativas a  costes ambientales y “de los recursos en sí mismos” tal y como propone la Directiva.

El ordenamiento jurídico español, en relación con el agua, tal y como señalan prestigiosos juristas, basa sus fundamentos en el principio de gratuidad. El hecho imponible está limitado a las infraestructuras hidráulicas y la aplicación de cánones y tarifas para la recuperación de los costes asociados a las mismas no contradice el citado principio de gratuidad. En cambio, sí que podría contradecirlo la aplicación de cánones y tarifas destinadas a la supuesta recuperación de los otros dos costes que propone la DMA: los de naturaleza ambiental y los de los recursos en sí mismos, cuya determinación, por otro lado, resulta de una enorme complejidad técnica que dista mucho de estar resuelta.

En cualquier caso debe tenerse en cuenta las características del sector agrario que, como es sabido, presenta notables insuficiencias en la remuneración de todos sus factores productivos, en particular el trabajo. La renta de los agricultores es muy inferior a las del resto de los sectores; por eso reciben subvenciones.

Pero además, el regadío, presenta otras muchas funciones económica y sociales, todas ellas de muy difícil cuantificación monetaria, pero de indudable interés general: el carácter estratégico de la alimentación, la diversificación productiva, la contribución al desarrollo rural y al equilibrio territorial, etc.

Siendo mucho lo que se desconoce, se sabe que la elevación de los precios del agua no necesariamente reduce los volúmenes utilizados por los regantes. Esto es lo que pone de manifiesto un reciente estudio llevado a cabo en Navarra que, de hecho, desaconseja la elevación de los precios del agua a los regantes de la Comunidad Foral. Siendo varias las razones pueden destacarse dos de ellas. La primera, que los precios actuales, siendo ya bastante elevados en relación con la capacidad de pago del sector y de la calidad de los servicios, contribuyen a un grado de recuperación de costes suficiente; la segunda, que el aumento de los precios, por encima de los niveles actuales, sólo serviría para reducir todavía más la renta de los agricultores. El Estudio recomienda profundizar en otras políticas tales como la mejora de las estructuras agrarias, sobre todo de las infraestructuras  hidráulicas y de riego, el desarrollo y promoción de las  Buenas Prácticas Agrarias, la mejora de la gestión de las concesiones de agua o la penalización del consumo excesivo de agua, cuando realmente lo sea. Se trata de instrumentos que pueden contribuir, además, a integrar los objetivos ambientales de la DMA con los que persiguen otras políticas públicas, entre ellas la propia PAC.

LA AGRICULTURA Y LA SEGURIDAD ALIMENTARIA GLOBAL (J. Olona. Heraldo de Aragón, 2-08-2009)

LA FAO NO CREE QUE SE PRODUZCAN SITUACIONES DE ESCASEZ DE ALIMENTOS A NIVEL GLOBAL, ELGO QUE NO IMPEDIRÁ LA EXISTENCIA DE PROBLEMAS MUY GRAVES A ESCALA REGIONAL Y LOCAL.

La globalización de los alimentos y de la agricultura está permitiendo avances en la lucha contra el hambre y la pobreza extrema. Pero estas dos lacras sólo podrán erradicarse definitivamente si la agricultura se mejora con nuevos avances tecnológicos e institucionales.

El análisis que realiza la FAO en su reciente informe relativo al panorama de la agricultura mundial 2015-2030, aporta datos y recomendaciones sobre los que bien merece la pena reflexionar.

En los últimos años, aunque la producción agrícola mundial y de los rendimientos de los cultivos ha seguido creciendo, el ritmo de dicho crecimiento ha disminuido. Pero este hecho no debe ser objeto de alarma ya que se ha producido como consecuencia, fundamentalmente, de la reducción de la demanda. Las tasas de crecimiento de la población mundial han ido disminuyendo desde finales de los años sesenta y en muchos países, ya se han alcanzando niveles de consumo difícilmente superables. Durante los últimos treinta años la demanda mundial de productos agroganaderos creció a una tasa anual del 2,2 % anual; se espera que, durante los próximos treinta años, dicha tasa se reduzca a la mitad.

LA FAO considera como poco probable que se produzcan situaciones de escasez de alimentos a escala global. Pero eso no impedirá la existencia de problemas muy  graves en las escalas regional y local. Estos problemas, de hecho, empeorarán a menos que se hagan esfuerzos bien dirigidos. También señala la oportunidad de que la producción mundial de alimentos crezca ahora en equilibrio con la demanda. Pero esto sólo será posible si se aplican las políticas nacionales e internacionales necesarias para fomentar la agricultura.

Sin embargo, una parte persistentemente alta de la población mundial sigue sumida en la pobreza absoluta careciendo de los ingresos necesarios para transformar sus necesidades en demanda efectiva de alimentos. Aunque hay que reconocer que se han dado grandes pasos para mejorar la seguridad alimentaria, hay que recordar que uno de cada seis habitantes del Planeta sigue sufriendo desnutrición. La Cumbre Mundial sobre la Alimentación de 1996 estableció el objetivo de reducir a la mitad el número de personas desnutridas, hasta alcanzar aproximadamente 410 millones en 2015. Las previsiones de la FAO sugieren que esto será difícil de conseguir, ya que, muy probablemente, en el año 2030, con una población mundial estimada de 8.270 millones de habitantes, es posible que todavía haya 440 millones de personas desnutridas.

Contrariamente a lo que pudiera parecer, las tres fuentes de aumento de la producción (tierra, agua y rendimientos) todavía  presentan notables márgenes de incremento.  Sin embargo, será el crecimiento de los rendimientos el factor subyacente que permitirá los aumentos necesarios en el futuro. La FAO estima que, en los países en desarrollo,  la mejora de los rendimientos representará el 70 % del crecimiento de la producción hasta 2030.

La agricultura, a escala global, puede satisfacer la demanda mundial de alimentos, incluso sin avances tecnológicos relevantes. Sin embargo,  dichos avances resultan imprescindibles para la seguridad alimentaria de muchas de las zonas de concentración de la pobreza extrema, que son la que presentan, por lo general, mayores limitaciones productivas. La biotecnología puede propiciar una segunda revolución verde necesaria para la definitiva erradicación del hambre y de la pobreza extrema. Pero los nuevos avances no sólo deben ser compatibles con el medio ambiente sino que, a la larga, no deben perjudicar a los agricultores aumentando su nivel de endeudamiento y dependencia. En concreto, la FAO considera que las variedades modificadas genéticamente prometen ser un medio eficaz para mejorar la seguridad alimentaria y reducir determinadas presiones ambientales siempre y cuando su uso no provoque otros daños.

La FAO valora positivamente la liberalización del comercio mundial. Sin embargo, señala que si las reformas se concentran exclusivamente en la eliminación de subsidios en los países de la OCDE, los mayores beneficiarios serán probablemente los consumidores de esos mismos países. Para que el libre comercio contribuya de forma eficaz a la reducción de la pobreza la FAO indica que es necesario que también se aborden reformas internas en los países menos desarrollados. Entre otras medidas recomienda que las políticas nacionales de estos países presten un apoyo más decidido a la agricultura reduciendo la aversión actualmente predominante hacia dicho sector; también recomienda la mejora de las infraestructuras agrarias y de transporte, de la tecnología y de la formación así como el aumento de la protección social de los pobres que deben afrontar precios más altos de los alimentos.

Como puede verse, el enfoque de la FAO sobre el concepto de seguridad alimentaria se centra en  su nivel más elemental: asegurar el abastecimiento de la población. En nuestro contexto desarrollado, el acento de pone en cambio en un enfoque mucho más evolucionado: la sanidad. En cualquier caso, el sector agrario, incluso en los países más desarrollados, debe contemplarse como un ámbito activo de innovación y desarrollo puesto que en la lucha global contra el hambre, la pobreza y la enfermedad sólo podrán obtenerse logros significativos si se producen nuevos avances tecnológica e institucionalmente relevantes, y esto no será posible sin el concurso de las sociedades más desarrolladas y avanzadas entre las que se encuentra la nuestra.. 

La globalización de los alimentos y de la agricultura está permitiendo avances en la lucha contra el hambre y la pobreza extrema. Pero estas dos lacras sólo podrán erradicarse definitivamente si la agricultura se mejora con nuevos avances tecnológicos e institucionales.

El análisis que realiza la FAO en su reciente informe relativo al panorama de la agricultura mundial 2015-2030, aporta datos y recomendaciones sobre los que bien merece la pena reflexionar.

En los últimos años, aunque la producción agrícola mundial y de los rendimientos de los cultivos ha seguido creciendo, el ritmo de dicho crecimiento ha disminuido. Pero este hecho no debe ser objeto de alarma ya que se ha producido como consecuencia, fundamentalmente, de la reducción de la demanda. Las tasas de crecimiento de la población mundial han ido disminuyendo desde finales de los años sesenta y en muchos países, ya se han alcanzando niveles de consumo difícilmente superables. Durante los últimos treinta años la demanda mundial de productos agroganaderos creció a una tasa anual del 2,2 % anual; se espera que, durante los próximos treinta años, dicha tasa se reduzca a la mitad.

LA FAO considera como poco probable que se produzcan situaciones de escasez de alimentos a escala global. Pero eso no impedirá la existencia de problemas muy  graves en las escalas regional y local. Estos problemas, de hecho, empeorarán a menos que se hagan esfuerzos bien dirigidos. También señala la oportunidad de que la producción mundial de alimentos crezca ahora en equilibrio con la demanda. Pero esto sólo será posible si se aplican las políticas nacionales e internacionales necesarias para fomentar la agricultura.

Sin embargo, una parte persistentemente alta de la población mundial sigue sumida en la pobreza absoluta careciendo de los ingresos necesarios para transformar sus necesidades en demanda efectiva de alimentos. Aunque hay que reconocer que se han dado grandes pasos para mejorar la seguridad alimentaria, hay que recordar que uno de cada seis habitantes del Planeta sigue sufriendo desnutrición. La Cumbre Mundial sobre la Alimentación de 1996 estableció el objetivo de reducir a la mitad el número de personas desnutridas, hasta alcanzar aproximadamente 410 millones en 2015. Las previsiones de la FAO sugieren que esto será difícil de conseguir, ya que, muy probablemente, en el año 2030, con una población mundial estimada de 8.270 millones de habitantes, es posible que todavía haya 440 millones de personas desnutridas.

Contrariamente a lo que pudiera parecer, las tres fuentes de aumento de la producción (tierra, agua y rendimientos) todavía  presentan notables márgenes de incremento.  Sin embargo, será el crecimiento de los rendimientos el factor subyacente que permitirá los aumentos necesarios en el futuro. La FAO estima que, en los países en desarrollo,  la mejora de los rendimientos representará el 70 % del crecimiento de la producción hasta 2030.

La agricultura, a escala global, puede satisfacer la demanda mundial de alimentos, incluso sin avances tecnológicos relevantes. Sin embargo,  dichos avances resultan imprescindibles para la seguridad alimentaria de muchas de las zonas de concentración de la pobreza extrema, que son la que presentan, por lo general, mayores limitaciones productivas. La biotecnología puede propiciar una segunda revolución verde necesaria para la definitiva erradicación del hambre y de la pobreza extrema. Pero los nuevos avances no sólo deben ser compatibles con el medio ambiente sino que, a la larga, no deben perjudicar a los agricultores aumentando su nivel de endeudamiento y dependencia. En concreto, la FAO considera que las variedades modificadas genéticamente prometen ser un medio eficaz para mejorar la seguridad alimentaria y reducir determinadas presiones ambientales siempre y cuando su uso no provoque otros daños.

La FAO valora positivamente la liberalización del comercio mundial. Sin embargo, señala que si las reformas se concentran exclusivamente en la eliminación de subsidios en los países de la OCDE, los mayores beneficiarios serán probablemente los consumidores de esos mismos países. Para que el libre comercio contribuya de forma eficaz a la reducción de la pobreza la FAO indica que es necesario que también se aborden reformas internas en los países menos desarrollados. Entre otras medidas recomienda que las políticas nacionales de estos países presten un apoyo más decidido a la agricultura reduciendo la aversión actualmente predominante hacia dicho sector; también recomienda la mejora de las infraestructuras agrarias y de transporte, de la tecnología y de la formación así como el aumento de la protección social de los pobres que deben afrontar precios más altos de los alimentos.

Como puede verse, el enfoque de la FAO sobre el concepto de seguridad alimentaria se centra en  su nivel más elemental: asegurar el abastecimiento de la población. En nuestro contexto desarrollado, el acento de pone en cambio en un enfoque mucho más evolucionado: la sanidad. En cualquier caso, el sector agrario, incluso en los países más desarrollados, debe contemplarse como un ámbito activo de innovación y desarrollo puesto que en la lucha global contra el hambre, la pobreza y la enfermedad sólo podrán obtenerse logros significativos si se producen nuevos avances tecnológica e institucionalmente relevantes, y esto no será posible sin el concurso de las sociedades más desarrolladas y avanzadas entre las que se encuentra la nuestra.