Zaragoza, 1 de julio de 2025
Una reciente nota de prensa (27-06-2025) del Departamento de Agricultura del Gobierno de Aragón, al informar sobre el último pago de la PAC, afirma que las actuaciones en cuestión “demuestran el compromiso del Gobierno de Aragón con un modelo agrario justo, moderno y adaptado a los retos climáticos, tecnológicos y de relevo generacional”.
Es natural que los gobiernos den a conocer las ayudas que pagan y más cuando su cuantía alcanza los 100 millones de euros. Es virtuoso incluso que se haga haciendo referencia al hecho de que los pagos de la PAC son consecuencia del cultivo cuidadoso y responsable de la coordinación institucional entre los tres ámbitos comunitario, nacional y autonómico. Sin embargo, resulta desproporcionado, cuando no preocupante, que la nota de prensa eleve la PAC, en su aplicación vigente, a la categoría de “modelo agrario justo, moderno y adaptado a los retos climáticos, tecnológicos y de relevo generacional”.
Es desproporcionado porque incluso la propia Comisión Europea viene reconociendo la necesidad de mejorar la eficacia de la PAC. Así lo hizo en su Comunicación de 2017 sobre “El futuro de los alimentos y de la agricultura” y así lo ha vuelto a hacer en su última Comunicación presentada en febrero de este mismo año “Una visión para la Agricultura y la Alimentación. Construyendo juntos un sector agrario y agroalimentario atractivo para las futuras generaciones” en la que no sólo reitera la necesidad de mejorar la distribución de la ayuda, sino que expresamente señala la necesidad de concentrar la ayuda en quienes más la necesitan.
El sistema de derechos individuales y de referencias históricas todavía vigente en España, y que cuenta con un inexplicable apoyo político y sectorial mayoritario en nuestro país, no sólo es una excepción en la UE, sino un serio obstáculo para una distribución más justa y eficaz de la ayuda, para la modernización del sector y, sobre todo, para la incorporación de los jóvenes al sector que ven limitada, cuando no impedida, el acceso a las ayudas. Tampoco cabe considerar modélico el sistema de pagos por superficie al margen de las condiciones socioeconómicas de los beneficiarios, y mucho menos el enfoque ambiental de la PAC, que está de hecho ampliamente cuestionado por su excesiva ambición y escasa eficacia.
Finalmente, el motivo de preocupación surge de la atribución a la PAC de unas virtudes que no tiene (justa, moderna y adaptada a los retos) coincidiendo justo con el inicio de un nuevo proceso de reforma que amenaza con volver a dejar los cambios necesarios en el tintero. Lamentablemente, no parece que la reforma en profundidad que necesita la PAC cuente precisamente con el impulso mínimo necesario para hacer frente a sus graves deficiencias e incoherencias que son las que realmente amenazan su eficacia y, sobre todo, el futuro de la agricultura familiar y profesional, la misma que saca de vez en cuando sus tractores a las calles y carreteras para mostrar su enfado y hartazgo.