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Una PAC que potencie el rejuvenecimiento agrícola.

Joaquín Olona. Zaragoza, 9 de marzo de 2017.

El futuro inmediato de la agricultura, sobre todo la de naturaleza familiar, depende de la incorporación de jóvenes al sector. No sólo importa el número de incorporaciones sino que los nuevos agricultores cuenten con la mejor formación agraria posible y se instalen en explotaciones viables y competitivas. Aún así, y en el mejor de los casos, los agricultores que se incorporan hoy seguirán necesitando, mañana, una política agrícola acertada que les garantice los niveles de renta que el mercado, por sí mismo y con toda probabilidad, les seguirá negando.

Las ayudas para la incorporación de jóvenes habilitadas en los Programas de Desarrollo Rural en el marco del Segundo Pilar de la PAC, suponen una herramienta eficaz para el rejuvenecimiento del sector. Sin embargo, esta eficacia se ve minusvalorada por el carácter histórico de los derechos en los que se basan las ayudas directas del Primer Pilar de la PAC que, por concentrarse en los beneficiarios de más edad, perjudica a los más jóvenes.

También es preciso corregir las deficiencias formativas de quienes se incorporan en la actualidad, que no siempre cuentan con la formación específica agraria más adecuada. Para lograrlo es preciso potenciar una formación profesional que proporcione los agricultores que necesitan las explotaciones familiares en las que se basa nuestro modelo agrícola y del que también depende en gran medida el futuro de  nuestro mundo rural.

Reformar la PAC, sustituyendo los pagos por hectárea basados en derechos históricos por una compensación de rentas dependiente de la profesionalidad, de la productividad y de la viabilidad de la explotación, y perfeccionar la formación profesional agraria son dos cuestiones clave para lograr el rejuvenecimiento que necesita nuestro futuro agroalimentario y rural.

Una PAC que haga de la agricultura una actividad más atractiva para las mujeres.

Joaquín Olona. 8 de marzo de 2017.

En España tenemos ministra de agricultura, consejeras de agricultura, directoras generales y altos cargos de la administración agraria y ambiental que son mujeres así como ingenieras, veterinarias, administradoras superiores y otras titulaciones que prestan sus servicios profesionales tanto en en dicha administración como en las empresas, explotaciones y entidades que configuran el sector.

Sin embargo no es lo habitual ver a una mujer manejando una cosechadora o ninguno de los muchos equipos agrícolas sofisticados existentes en las explotaciones. También nos debería llamar mucho más la atención la escasez extrema de mujeres en las juntas rectoras de las cooperativas, en las juntas de gobierno de las comunidades de regantes o en las organizaciones profesionales agrarias. Todo ello, además de los datos disponibles, pone de manifiesto la importante brecha de género que todavía existe en nuestra agricultura y que es preciso reducir.

Los datos también muestran que las explotaciones agrarias lideradas por mujeres abordan proyectos de mejora y modernización más ambiciosos, con orientaciones productivas más intensivas y con mayor generación de empleo.

La reducción de la brecha de género agrícola, además de por razones de igualdad, también es un objetivo de modernización y mejora institucional del propio sector que justifica que el hecho de ser mujer sea valorado con preferencia en las ayudas a la incorporación de jóvenes.

La Reforma de la PAC también debe ser sensible a la reducción de la brecha de género tratando de hacer de la agricultura una actividad más atractiva para las mujeres. Porque de ello también dependen los resultados de la lucha contra la despoblación rural.

 Ver página web sobre la  mujer rural en Aragón

Una PAC de productores sin privilegios sectoriales ni agravios territoriales.

Joaquín Olona. Zaragoza, 6 de marzo de 2017.

El carácter histórico de los llamados «derechos de la PAC» hace que las ayudas directas aplicadas mediante el actual Régimen de Pago Básico, Pago Verde ,Pequeños Productores y Complemento a jóvenes, aún estando desacopladas de la producción, tengan una fuerte componente sectorial ya que fueron unas determinadas producciones las que generaron tales «derechos». La consecuencia es que los fruticultores, los horticultores, los viticultores, los apicultores, los porcinocultores, los avicultores o los cunicultores están excluidos de estas ayudas, que son las que concentran el grueso del presupuesto de la PAC y ejercen una elevada influencia en el comportamiento general del sector.

Sin que hortofruticultures ni granjeros sean ajenos a las consecuencias de la volatilidad ni de las insuficiencias de los precios percibidos, su exclusión de las ayudas directas de la PAC es otra muestra de lo injusto del sistema. Pero también de su ineficacia ya que la exclusión de las actividades más dinámicas priva del apoyo a quienes más y mejor contribuyen a la productividad laboral del sector así como a la generación de empleo y valor añadido.

La reforma en profundidad que proponemos desde el Gobierno de Aragón tiene carácter inclusivo, proponiéndose que la compensación individual de la renta agraria formulada se  aplique a todos los agricultores y ganaderos sin excepción, con independencia de la actividad productiva que lleven a cabo en la actualidad o hayan desarrollado en el pasado así como de donde se lleve a cabo.

Eso sí, la propuesta de Aragón pasa por la eliminación de las referencias históricas que, por otro lado, conducen al inmovilismo haciendo prácticamente imposible resolver los agravios territoriales que el propio sistema ha generado. También se propone eliminar los actuales pagos desacoplados, imputados a la hectárea, porque no es razonable pagar por ganados que ya no se tienen ni por tierras que no producen.

Es necesario que los propios agricultores y ganaderos profesionales, cuya renta depende exclusivamente o de forma muy significativa de la agricultura y/o de la ganadería, tomen conciencia de los problemas que plantea la PAC vigente, más allá de las complicaciones, exigencias e incomodidades administrativas así como de los calendarios de pago.

Pero, sobre todo, conviene que el sector y sus representantes se planteen seriamente la PAC que quieren y lo manifiesten en el debate que sobre el futuro de esta importante e imprescindible política pública ya se ha abierto. Lo ha hecho el Comisario Hogan, a escala europea, mediante la consulta pública sobre la «Modernzación y simplificación de la PAC» y también la Ministra García Tejerina, a escala nacional, mediante la convocatoria de la Conferencia de alto nivel sobre el futuro de la PAC los próximos días 27 y 28 de marzo en Madrid.

La PAC, amenazada.

Joaquín Olona. Zaragoza, 4 de marzo de 2017.

La Política Agrícola Común (PAC), la única política verdaderamente comunitaria y la que más ha contribuido a la construcción europea, afronta graves amenazas. No es un problema de presupuesto. Tampoco de exceso de burocracia. Lo es  de inmovilismo del sector así como de falta de convicción política para establecer objetivos concretos e impulsar la reforma en profundidad que se necesita.

No es de extrañar que la PAC se vea amenazada cuando es la propia la Unión Europea quien peligra. A los excesos del neoliberalismo  han venido a sumarse los del nacionalismo, los del populismo, los de la antiglobalización y los del proteccionismo. Movimientos todos ellos que, aun situándose en posiciones ideológicas incluso antagónicas, coinciden en frenar el avance hacia la unión política de los estados europeos.  Unos porque anteponen el mercado, incluido el financiero, a cualquier otra institución y no valoran otros beneficios distintos que los comerciales. Otros porque tan sólo ven en las instituciones europeas un escenario desde el que mostrarse ante sus partidarios defendiendo cualquier cosa salvo los intereses del conjunto de los europeos.

La reciente Reforma de la PAC, la de 2014,no sólo a fracasado sino que ha aumentado todavía más las diferencias de su aplicación entre los diferentes estados de la UE. Con el aparente propósito de avanzar hacia la convergencia entre beneficiarios  lo que se ha producido en la práctica es una mayor divergencia entre los estados miembros, que han acrecentado sus diferencias en la aplicación  de la PAC. Con ello han aumentado los riesgos de lo que, sin duda, es la principal y más grave amenaza de la PAC: su renacionalización.

La completa renacionalización de la PAC, y consiguiente desaparición, es tan improbable, al menos a medio plazo, como la extinción de la Unión Europea. Sin embargo no lo es tanto que la PAC sufra una renacionaización parcial por la vía del aumento significativo de la tasa de cofinanciación nacional. Ya hay quienes defienden que las ayudas directas del Primer Pilar de la PAC, actualmente con cargo exclusivo al presupuesto comunitario, pasen a confinanciarse por los estados miembros. Tampoco faltan quienes, con el propósito de potenciar el desarrollo rural del Segundo Pilar ya cofinanciado por los estados miembros, apuestan por el trasvase de fondos entre pilares, del Primero hacia el Segundo.

Pero la amenaza más grave y preocupante de la PAC radica en el inmovilismo del propio sector unido a la falta de impulso político para abordar la reforma en profundidad que necesita. Porque la reciente Reforma de 2014, y su apuesta por el statu quo,  ha demostrado su fracaso. El sistema de ayudas directas desacopladas de la producción, basadas en derechos históricos, distribuye el apoyo de forma injusta, sus resultados económicos, sociales y ambientales son cuestionables al tiempo que difícilmente verificables. A todo ello hay que añadir los problemas y costes que se derivan de la complejísima gestión de su implementación y control.

No sólo es imprescindible mantener el apoyo público a la agricultura. Lo es que siga abordándose a escala europea mediante una nueva PAC. Porque es la manera más efectiva para evitar que la alimentación segura y asequible de la que disfrutamos en el mundo desarrollado sea a costa exclusiva de los agricultores. También para que nuestra sociedad siga disfrutando de otros muchos bienes públicos asociados a las actividades agrícolas y ganaderas pero que no son remunerados por el mercado, Entre ellos la biodiversidad que pretende proteger la Red Natura 2000, la acción de conservación más ambiciosa y a mayor escala jamás abordada en el mundo.

Ver propuesta de Reforma

Alimentar a la población no es el reto, lo es hacerlo de forma sostenible.

Joaquín Olona. Zaragoza, 2 de marzo de 2017.

Contamos con recursos naturales y tecnológicos más que suficientes para garantizar  el reto alimentario global derivado del crecimiento demográfico y, sobre todo, de la reducción de la pobreza. El desafío consiste en asegurar la sostenibilidad social, económica y ambiental.

Politécnica Huesca

Toma de posesión del Prof. Dr. D. Francisco Javier García Ramos como Director de la Escuela Politécnica de Huesca (Universidad de Zaragoza). Huesca, 1 de marzo de 2017.

La sostenibilidad agroalimentaria, en su tripe dimensión, exige a) mejorar la formación y el asesoramiento de los agricultores; b) reducir las brechas de género, productividad del trabajo y renta; c) reducir la contaminación asociada al nitrógeno y al fósforo, las emisiones de óxido nitroso, metano y amoniaco, el uso de antibióticos, biocidas y de moléculas persistentes así como el impacto sobre la pérdida de biodiversidad.

Es necesario que las universidades y los centros de investigación generen conocimientos en los que fundamentar soluciones técnicas y políticas para los problemas agroalimentarios. Pero también es necesario que estos problemas se formulen al mundo académico y a los investigadores.

Es preciso recuperar la formación profesional para formar los agricultores que necesitan las explotaciones familiares, contribuyendo también con ello a dignificar la profesión de agricultor. También se necesita reinventar la extensión agraria mediante un sistema de asesoramiento y transferencia útil para los agricultores, que responda a sus intereses y contribuya a mejorar sus rentas.

Es imprescindible garantizar la gestión eficiente de los subproductos, desechos y residuos agroalimentarios, particularmente de los generados por la ganadería intensiva, en el nuevo marco de la economía circular. También se necesita aumentar la dimensión económica de las explotaciones agrarias y de las empresas agroalimentarias con el propósito de generar más valor añadido y, con ello, la productividad del trabajo de la que dependen las rentas y los salarios.

Pero casi nada de lo anterior puede lograrse sin reformar la PAC en profundidad puesto que las ayudas, sobre todo las ayudas directas del Primer Pilar, determinan de forma decisiva el comportamiento de los agricultores.

Durante los últimos 50 años las ciencias agrarias han contribuido de forma determinante al espectacular crecimiento de la productividad de la tierra y del ganado. Estas ciencias también se muestran muy sensibles a los retos ambientales que afronta la agroalimentación. Sin embargo, la contribución académica y de la investigación sigue siendo muy escasa a la fundamentación, análisis y evaluación de las políticas, particularmente del Primer Pilar de la PAC. Una política, la agraria, que habiendo contribuido con eficacia a la seguridad alimentaria y favoreciendo la integración ambiental en beneficio de la sociedad todavía no ha logrado equiparar la renta de los agricultores con la del resto de los ciudadanos.

Debatir estratégicamente sobre la PAC.

Joaquín Olona. Zaragoza, 27 de febrero de 2017.

Siendo importante el presupuesto de la PAC, lo es todavía más concretar el propósito al que pretende aplicarse. Un propósito que debería centrarse en aumentar la renta individual de los que trabajan en la agricultura, tal y como señala el artículo 39 del Tratado de la U.E. pero sin que hasta ahora se haya conseguido.

 

De cara al debate sobre el futuro de la PAC en en Consejo Europeo de Ministros de Agricultura del próximo 6 de marzo, el Presidente ha propuesto seis prioridades iniciales:

1.- Mejorar la capacidad de respuesta a los riesgos relacionados con la meteorología, la salud y la sanidad, los precios y los ingresos, la competitividad y la innovación, la financiación así como con la seguridad alimentaria.

2.- Respuesta a los desafíos medioambientales mejorando la sostenibilidad de la agricultura.

3.- Asegurar el relevo generacional.

4.- Mantener la orientación al mercado logrando el equilibrio entre la apertura de nuevos mercados y la protección de sectores sensibles, fomentando la competencia y mejorando la competitividad de las exportaciones.

5.- Fortalecer la posición de los agricultores en la cadena alimentaria.

6.- Simplificar, no sólo la legislación de la PAC sino también su aplicación y control.

Sin cuestionar la pertinencia de las prioridades mencionadas, tal y como la Ministra García Tejerina ha manifestado, no hay que olvidar que el Tratado de la U.E. atribuye a la PAC el objetivo de mejorar la renta de los agricultores. Efectivamente,  el artículo 39 del Tratado habla del «aumento de la renta individual de los que trabajan en la agricultura»un objetivo todavía pendiente de alcazar puesto que la renta de los agricultores sigue siendo la mitad que la del resto de los europeos, lo mismo que hace cincuenta años.

El aumento de la renta individual de los que trabajan en la agricultura debería ser, por tanto, un objetivo central y explícito de la PAC cuyo futuro, felizmente, ya se debate en términos estratégicos y no exclusivamente en clave presupuestaria. Porque siendo importante el presupuesto, lo es todavía más el propósito al que pretende aplicarse.

Que España participe activamente en el debate estratégico sobre el futuro de la PAC, influyendo significativamente en su próxima reforma, resulta del máximo interés para la defensa de los intereses de los españoles. A ello contribuye participar en la consulta pública impulsada por el Comisario Phill Hogan sobre la «Modernización y Simplificación de la PAC». Pero contribuirá mucho más, sin duda, la Conferencia que, sobre el futuro de la PAC, promueve la Ministra García Tejerina y organiza, en Madrid, el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente los días 27 y 28 de marzo próximo.

La Farm Bill como referente en el debate sobre la PAC.

Por Joaquín Olona. Zaragoza, 18 de febrero de 2017.

Cuando Franklin Delano Roosvelt (1882-1945) llega a la presidencia de los Estados Unidos (1933), la nación se encuentra al borde del abismo. Las tormentas de polvo (Dust Bowl), un desastre ambiental prologado, entre 1930 y 1939, y  causado por el efecto combinado de la sequía y las malas prácticas agrícolas, agravaron los efectos de la Gran Depresión de 1929. Las malas cosechas devaluaron las tierras y el caos del sistema financiero llevaron a la banca rota a los agricultores de las Grandes Llanuras, que no pudieron hacer frente a sus hipotecas. Los  efectos se hicieron sentir en todo el mundo.

El Presidente Roosvelt ( 1933-1945) promete «esfuerzos concretos para aumentar el valor de los productos agrícolas» y su administración, bajo la dirección del Secretario de Agricultura Henry A. Wallace, aprueba en 1933 la Agricultural Adjustment Act (PL 73-10) dando origen con ello a lo que desde entonces se conoce como Farm Bill. Nace así la política agrícola moderna, orientada al apoyo de las rentas agrícolas al tiempo que se asegura el abastecimiento de alimentos a la población, que sustituye a la vieja política de Reforma Agraria basada en la distribución de la tierra. La Política Agrícola Común (PAC) no aparece hasta 1962, casi 30 años más tarde que la Farm Bill.

En 1933, dar dinero directamente a los agricultores no era una opción en los Estados Unidos ya que habría sido visto como una política socialista. La solución que se adoptó fueron los precios de garantía. En 1936, el impuesto que financiaba la Farm Bill de 1933, aplicado al procesamiento de las materias primas, fue declarado inconstitucional por beneficiar a los agricultores y perjudicar a todos los demás. Sin embargo, la transferencia de dinero a los agricultores para conservar el suelo, en base a la Ley de Conservación del Suelo de 1935 (PL 74-46,) no había sido impugnada por los tribunales y permitió renovar la Farm Bill en 1936 mediante la Soil Conservation and Domestic Allotment Act (PL 74-461).

La Farm Bill de 1936 pretendía “asegurar la protección de la tierra contra la erosión del suelo y otros fines”. Los “otros fines” eran elevar el poder adquisitivo de los agricultores. La población, tras el Dust Bowl y el trabajo de H.H. Bennett, era sensible a la conservación del suelo y los analistas consideraron que esta conservación era de interés público y que, por lo tanto, debía ayudarse con fondos públicos a que los agricultores la llevasen a cabo (Helms, 2003). La nueva política agrícola había arraigado.

La Farm Bill ha tenido continuidad desde su creación en 1933 si bien ha pasado por diferentes fases en relación con su apoyo presidencial y parlamentario. Así, por ejemplo, el presidente Ronald Reagan (1981-1989) afirmaba que Si el dinero pudiera resolver el problema agrícola, los Estados Unidos lo habrían resuelto hace tiempo”.  El presidente George Walker Bush (2001-2009) vetó la Farm Bill en 2008 por considerar excesiva la ayuda aplicada a los agricultores y excesivos los riesgos de demanda por parte de la Organización Mundial de Comercio (OMC). La mayoría de 2/3 del Congreso permitió superar el veto presidencial. El presidente Barak Hussein Obama (2009-2017), en octubre de 2013, declaraba que ”Deberíamos aprobar la Farm Bill, de la que los agricultores de América dependen, que protege de la necesidad a niños y adultos vulnerables, y que ofrece a las comunidades rurales oportunidades de crecimiento así como las certezas que a largo plazo merecen.“  Obama tuvo dificultades para obtener la aprobación la nueva Farm Bill  de 2014 por parte del  Congreso. Habiendo finalizado la prórroga de la  Farm Bill de 2008 en septiembre de 2013 no pudo aprobarse para el  nuevo periodo 2014-2018 hasta febrero de 2014.

Casi nada de lo que configura la PAC puede considerarse verdaderamente original. Como se ha  visto, no es original en su creación. Pero tampoco lo es ni en su desarrollo ni en su evolución que, a juzgar por los hechos, parece verse fuertemente influida por la Farm Bill pero con efecto retardado. Así Estados Unidos abandonó la politica de precios y mercados a partir de 1985; la Unión Europea no lo hace hasta 1992 con la Reforma MacSharry. La Farm Bill introduce el apoyo a la retirada de tierras agrícolas de la producción  en 1956 para abandonarlo en 1996. La PAC adoptó esta política entre 1988 y 2008. Los programas agroambientales como tales fueron introducidos por la Farm Bill en 1985 mientras que la PAC no los adopta hasta 1992. Ni siquiera los Programas de Desarrollo Rural introducidos por la PAC en 1988 son una aportación europea ya que la Farm Bill los aplica desde 1970. La Farm Bill  2014-2018, aprobada casi al mismo tiempo que la Reforma de la PAC de 2014, elimina completamente los pagos directos desacoplados introducidos en 1996 aplicando nuevas fórmulas de apoyo a las rentas y gestión de riesgos basadas en ingresos de referencia y seguros agrarios. Por el contrario la PAC refuerza y consolida los pagos directos desacoplados, introducidos en 2003.

Sólo el enfoque socio-estructural propuesto por Mansholt en 1968, que fue enérgicamente rechazado por los agricultores europeos, junto con el sistema de seguros agrarios introducidos en España  mediante ley de 1978,  tomada como referencia en todo el mundo, pueden considerarse aportaciones europeas verdaderamente originales a la política agrícola moderna.

Podría decirse que la PAC, que ahora aborda el debate sobre su futuro, debe decidirse entre dos opciones alternativas:

  • Seguir copiando, con retraso, las herramientas de la Farm Bill. En tal caso no es difícil pronosticar el final de los pagos directos desacoplados y, con ello, el de los derechos históricos en los que se basa la PAC. Es más difícil pronosticar cuál será la evolución de la Farm Bill, sobre todo teniendo en cuenta las dificultades políticas que ha tenido que superar durante la última década sí como el confuso panorama introducido por Donald Trump.
  • Apostar por un enfoque original, no por ser original sino para asegurar la coherencia con  nuestras condiciones socio-territoriales y estructurales, que nada tienen que ver con las de los Estados Unidos. En este caso el sistema de pagos directos desacoplados, basado en derechos históricos, también es rechazable puesto que, entre otros motivos, impide cambiar las cosas.

Mejorar la productividad agroalimentaria.

Por Joaquín Olona. Zaragoza, 16 de febrero de 2017.

La productividad (del trabajo) es un concepto clave, y como tal considerado, en la política económica y en la industria . Sin embargo, no es el caso en la política agraria ni en el sector agrario a pesar de las continuas referencias al valor añadido. Aclarar que la productividad no es otra cosa que el valor añadido (bruto) generado por unidad de trabajo.

Es habitual que cuando se habla de aumentar el valor añadido agroalimentario sólo se piensa en hacerlo a través de la agroindustria y de la mejora de la cadena alimentaria. Seguir pensando así es un error que urge corregir. La propia actividad agrícola y ganadera , obviamente, también genera valor añadido si bien no resulta tan obvio para el sector.

Durante el trienio 2013-2015, en Aragón, la agricultura y la ganadería han generado un Valor Añadido Bruto (VAB) medio de 1.607 M€. Se trata de la contribución al PIB, que ha sido del 4,86 %, sabiendo que su contribución al empleo ha sido del 6%.

Rama Agraria en Aragón 2013 2014 2015 Promedio
Producción (millones €) 3.957,9 3.522,7 3.521,1 3.667
VAB (millones €) 1.789,8 1.426,9 1.605,5 1.607
Subvenciones (millones €) 505,5 427,8 382,9 439
Renta Agraria (millones €) 1.856,1 1.596,4 1.685,1 1.713

Fuente: Elaboración propia en base a datos del Instituto Aragonés de Estadística.

Generar más valor añadido en las propias explotaciones agrícolas y ganaderas y no sólo a través de la agroindustria y la distribución, resulta esencial para mejorar la productividad del trabajo agrario. Esta mejora resulta determinante, a su vez, para elevar la renta de los agricultores, que es la razón de ser de la política agraria o, al menos, debería serlo en coherencia con el artículo 39 del Tratado de la UE así como con el artículo 130 de nuestra propia Constitución.

La agricultura se caracteriza por la baja productividad del trabajo que, en Aragón y medida en términos de Valor Añadido Bruto por ocupado, alcanzó un valor medio de 50.219 € durante el trienio 2013-2015 frente a una productividad media del resto de la economía de 61.846 €. La productividad de la industria agroalimentaria también es baja situándose en 55.158 € frente a 67.028 € del conjunto de la industria aragonesa en 2014.

La baja renta de los agricultores es consecuencia de la baja productividad de su trabajo. Ello se debe a la insuficiencia de los precios agrícolas, que no siempre remuneran correctamente los factores aplicados. Pero también a las graves deficiencias estructurales de las que adolece el sector.

Por tanto, mejorar la renta agrícola exige aumentar la productividad del trabajo y para ello es preciso profundizar en la mejora estructural del sistema agroalimentario sobre la base de los Programas de Desarrollo Rural 2014-2020 en lo que se concreta el Segundo Pilar de la PAC. Pero también es preciso reformar en profundidad el Primer Pilar, es decir, lo que coloquialmente llamamos PAC. Porque mal cabe hablar de productividad cuando se paga incluso por no producir nada. Y porque, por mucho que se mejoren las estructuras, no se puede asegurar que el mercado remunere de forma justa el trabajo de los agricultores.

 

Mansholt tenía razón.

Por Joaquín Olona. Zaragoza, 15 de febrero de 2017.

Sicco Mansholt (1908-1995) puede considerarse  el padre de la PAC así como de sus reformas.  Primer Comisario Europeo de Agricultura  (1958-1972), había sido antes Ministro de Agricultura de Holanda (1945-1956). Fue Presidente de la Comisión Europea entre 1972 y 1973.

Tras impulsar la creación de la PAC en 1962 presentó en 1968 un Memorándum sobre su reforma («Plan Mansholt») tras darse cuenta de que la inadecuada estructura agraria hacía que la política de precios y mercados aplicada a sectores específicos (cereales, leche, vacuno de carne, azúcar, etc.) fuera ineficiente y generase desequilibrios. Para afrontarlo propuso equiparar las rentas agrarias y compensar las desventajas geográficas reduciendo el número de agricultores, aumentando la dimensión de las explotaciones y mejorando su eficiencia. El Pan fue objeto de un enérgico rechazo por parte de los agricultores y Mansholt tuvo que retirarlo sin que nadie, por el momento, se haya atrevido a volver sobre sus pasos.

Pero el tiempo parece haberle dado la razón a Mansholt y su Reforma de 1968:

  •  Desde 1968 el número de agricultores no hace más que reducirse drásticamente pero de forma descontrolada, generando con ello despoblación rural, desequilibrio territorial y un envejecimiento que ahorra compromete la renovación del sector.
  • Los graves desequilibrios ocasionados por la PAC de los precios y mercados a sectores preferentes condujo al colapso del presupuesto comunitario y, con ello, a la nefasta idea del abandono de la producción agrícola aplicada en la Reforma de 1992.
  • Las sucesivas reformas de la PAC, sin lograr el estrechamiento de la brecha de renta, se han traducido en una política pública progresivamente más compleja, ineficaz e injusta. Sobre todo por la consolidación de unos derechos históricos desacoplados de la producción que desincentivan la productividad y la mejora de las explotaciones.

Tras más de 50 años de PAC persiste una acusada brecha de renta entre los agricultores y el resto de los ciudadanos. Hoy, lo mismo que hace 50 años, la renta media de los agricultores del conjunto de la UE, aún incluyendo las ayudas de la PAC, sigue siendo la mitad que la del resto de los europeos. Cabe preguntarse, por tanto, sobre las razones de este fracaso.

Cuánto supone la PAC y quiénes se benefician.

Por Joaquín Olona. Zaragoza, 15 de febrero de 2017.

Las ayudas directas de la PAC, las vinculadas a derechos históricos y pagos desacoplados por superficie -es decir, que se perciben con independencia de lo que se produzca o incluso aunque no se produzca nada, ascendieron en España (2016)  a 4.171 millones €. Estas ayudas son las que corresponden al nuevo Régimen de Pago Básico, incluyendo también el Pago Verde, el Régimen de Pequeños Productores y el Complemento para Jóvenes Agricultores.

Las ayudas acopladas a determinadas producciones agrícolas y ganaderas percibidas en función de la superficie realmente cultivada (arroz, remolacha, proteaginosas, legumbres, frutos de cáscara, algarrobas y tomate industria) o del número de cabezas de ganado realmente gestionadas (vacas nodrizas, vacuno de cebo, vacuno de leche, ovino y caprino) ascendieron a 570 millones € durante 2016.

Durante 2016 también se destinaron  645 millones €  a sectores específicos tales como el hortofrutícola  (234 millones €), el vitivinícola (216 M€), algodón (65 millones €) y otros bajo diferentes y variadas modalidades de ayuda.

Las Islas Canarias recibieron (2016) la cantidad de 267 millones € a través de un programa específico (POSEICAN) que atiende a sus condiciones especiales.

Las ayudas arriba descritas configuran el llamado Primer Pilar de la PAC cuyo importe total ascendió en 2016, para el conjunto de España, a 5.653 millones € procedentes en su totalidad del Fondo Europeo Agrícola de Garantía (FEAGA).

El llamado Segundo Pilar de la PAC destinado al desarrollo rural, cuenta con un importe medio anual estimado de ayuda pública de 1.879 millones € para el periodo 2014-2020, en este caso cofinanciado por el Fondo europeo agrícola de desarrollo rural (Feader), la Administración General del Estado y las Comunidades Autónomas. Esta ayuda se articula en Programas de Desarrollo Rural, uno por Comunidad Autónoma y otro nacional), que incluyen un amplio y variado conjunto de medidas que contemplan subvenciones a la inversión en activos físicos de diferente naturaleza o a la incorporación de jóvenes agricultores, compensaciones por limitaciones naturales o por llevar  a cabo acciones de interés ambiental o climático, apoyo a la formación, el asesoramiento y la transferencia de conocimientos, fomento de la agricultura ecológica o de la calidad agroalimentaria, apoyo a la gestión forestal,  aplicación del método Leader para diversificación y mejora de la economía rural y otras.

Así, la PAC supone en España un apoyo público financiero total anual del orden de 7.500 millones €, en su mayor parte procedente de fondos europeos (FEAGA y Feader) y que se distribuyen a través de un sistema de ayudas extraordinariamente complejo, de difícil comprensión y todavía más difícil gestión y evaluación. Estas dificultades y complejidad hacen que, por ejemplo, una pregunta tan sencilla como es ¿quiénes son los beneficiarios de la PAC? resulte muy difícil de contestar.

Si nos centramos en la principal componente de la PAC, es decir en los 4.171 millones € que configuran la ayuda  vinculada a derechos históricos y pagos por superficie desacoplados de la producción, nos encontramos, para el conjunto de España, con un colectivo de unos 800.000 beneficiarios. Sobre su caracterización socioeconómica se sabe muy poco: elevado grado de envejecimiento (más del 40% superan los 65 años), enorme heterogeneidad y poco más. En el caso de Aragón, con algo más de 45.000 beneficiarios, el cruce de los datos del PAC con la declaración del IRPF ha mostrado que, básicamente, se trata de un colectivo muy poco vinculado a la actividad agraria ya que el 71% de los beneficiarios declaran una renta agraria que tan sólo supone el 9% de su renta total. Esto cuestiona la eficacia de la ayuda. También ha podido comprobarse que cuanto mayor es la renta agraria, mayor es el importe de la ayuda recibida. Esto cuestiona la equidad. No obstante, también ha podido constatarse que cuanto mayor es el nivel de renta agraria, mayor es el  nivel de profesionalidad agraria, siempre que se admita que dicha profesionalidad es tanto mayor cuanto mayor peso tiene la renta agraria en la renta total.

Por otro lado existen muchos agricultores y ganaderos, como son los fruticultores, los cunicultores, los avicultores, los porcinocultores y otros que, estando sometidos a las mismas incertidumbres, están completamente excluidos de unos pagos directos que, aunque no la tienen en cuenta, se aplican con el propósito de compensar la renta.

No puede decirse, por tanto, que todos los agricultores se beneficien de la PAC, al menos no en la misma medida, ni que todos los beneficiarios puedan considerarse propiamente agricultores, al menos no con la profesionalidad razonablemente requerida.