POR UNA COMIDA MÁS SEGURA (J. Olona. Heraldo de Aragón 23-05-2010)

SI SE FRENA EL AVANCE TECNOLÓGICO EN LA AGRICULTURA, LA HUMANIDAD NO PODRÁ HACER FRENTE EN BREVE A LAS NECESIDADES ALIMENTARIAS, QUE SE HABRÁN DUPLICADO EN 2050.

El primer requisito de seguridad alimentaria es comer todos, todos los días y varias veces a ser posible. El segundo, que los alimentos no dañen nuestra salud. La naturaleza, por sí misma, no garantiza ninguna de las dos cosas. La agricultura, que no debe olvidarse que es una tecnología, junto con la industria alimentaria, mediante la continua innovación, da la respuesta adecuada. Mientras la innovación se basó casi exclusivamente en la casualidad el progreso alimentario fue muy lento. Sólo cuando se incorporó la ciencia este progreso se aceleró permitiendo con ello afrontar los enormes retos del crecimiento demográfico. No nos equivoquemos, si se frena el avance tecnológico en la agricultura la humanidad no podrá hacer frente a las necesidades alimentarias del futuro inmediato, que se habrán duplicado respecto de las actuales en 2050. Por lo tanto, no sólo no debería dificultarse el desarrollo tecnológico agroalimentario como de hecho se está haciendo en Europa, sino que debería apostarse por ello verdaderamente en serio. Para ello, es imprescindible que la opinión pública europea y española, esencialmente urbana y con una visión cada vez más idílica de la naturaleza, evolucione hacia posturas más racionales, realistas y mejor informadas.

En la naturaleza, todos los seres vivos evitan convertirse en alimento de otros. Para ello producen sustancias tóxicas, normalmente proteínas cuya fabricación controlan los genes. Las estrategias de resistencia más eficaces son las que prosperan haciendo que las especies compitan en una verdadera escalada de toxicidad. Lo hacen especialmente los vegetales, que no corren, ni nadan ni vuelan. Ninguna de las especies y variedades agrícolas resultan ajenas a estas estrategias de supervivencia basadas en la toxicidad. Esto hace inevitable que todo alimento, también el “ecológico”, incluya sustancias potencialmente dañinas para nuestra salud.

Teófilo Bombastus von Hohenheim, más conocido como Paracelso, adelantó en el siglo XVI uno de los axiomas básicos de la toxicología moderna: «¿Qué hay que no sea un veneno? Todas las cosas son veneno, y nada carece de veneno. Es la dosis la que hace que una cosa no sea un veneno».Por decir estas cosas, y otras parecidas, Paracelso fue expulsado de la Universidad.y de la ciudad de Basiela. Sin embargo, a juzgar por lo hechos, esta afirmación de hace casi 500 años parece seguir siendo demasiado avanzada, incluso para nuestra actual “Sociedad del Conocimiento”.

A pesar de que todos sabemos de la acción letal de muchos productos naturales, como por ejemplo las setas, ha prosperado la creencia ciega, y por lo tanto peligrosa, en que un alimento es tanto mejor para nuestra salud cuanto más natural sea. En nuestra sociedad ha calado la idea reduccionista, y por tanto inadecuada, de que toda “artificialidad” es mala mientras que todo lo “natural” es bueno. Esto induce a pensar, y no faltan inductores que lo potencian, que toda aplicación tecnológica a la agricultura y a la alimentación es perjudicial para la salud y el medio ambiente. Se olvida, por ejemplo, que la práctica erradicación de multitud de enfermadedes alimentarias se debe a la aplicación generalizada de tecnologías avanzadas en la producción, distribución y control de los alimentos. Es posible que la leche de los supermercados no sepa exactamente igual que la de las antiguas lecherías pero también es cierto que las “fiebres de malta”, por ejemplo, son una enfermedad del pasado que quienes la sufrimos no añoramos en absoluto.

Sin negar que todo avance tecnológico entraña algún riesgo, y que es preciso mejorar el conocimiento de las relaciones entre los componentes de los alimentos y la salud humana, nuestra sociedad debería asumir con más convicción y realismo que es la ciencia y la tecnología agroalimentaria, aplicadas responsablemente y con la supervisión adecuada, lo que más y mejor protege nuestra salud. Los progresos en la seguridad alimentaria, incluyendo la erradicación del hambre, sólo serán verdaderamente eficaces si todos apostamos más por la ciencia y menos por las ideologías, el oportunismo, las modas y el márketing, malos compañeros de viaje cuando lo que importa es la salud y el bienestar público.

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