PAC 2020: Del vicio de productivismo a la virtud de la productividad.

Por Joaquín Olona.  Publicado en Heraldo de Aragón (19-12-2010)

Se ha demostrado que tenían razón quienes siempre defendieron lo obvio: que en el mundo no sobran alimentos.

La Comisión Europea, al abordar la Reforma de la PAC de 2000, afirmaba:“Al cabo de 40 años, tenemos otras preocupaciones, y garantizar el suministro alimentario no es ahora tan importante estratégicamente como antes.” Semejante declaración trasladaba la estrategia agrícola comunitaria de entonces, articulada en base a la necesidad de hacer frente de los excedentes agrícolas. Unos excedentes generados por una política inadecuada, pero a cuyos privilegios nadie quería renunciar. Este enfoque no hacía otra cosa que profundizar en la anterior Reforma Mcsharry de 1992. Una reforma que al tiempo que preconizaba la sostenibilidad y priorizaba la preservación del medio ambiente, primaba la infrautilización de los recursos y la destrucción de las producciones. Todo ello en un alarde de opulencia que contrastaba, vergonzosamente, con un mundo en el que, en vez de reducirse, el número de hambrientos aumentaba año tras año.

Los profesionales del sector nunca estuvieron de acuerdo con la idea de una agricultura improductiva. En realidad se resistieron todo lo posible a aplicarlo y no sólo no redujeron su potencial productivo sino que lo mantuvieron e incluso aumentaron. El tiempo les ha dado la razón. Es la propia Comisión Europea quien, ahora, exige productividad y competitividad agrícola, exigencia que tendría muy difícil respuesta si los agricultores hubieran seguido al pie de la letra las consignas comunitarias de las Reformas de 1992 y de 2000 y hubieran anulado su capacidad productiva. En definitiva, se ha demostrado que tenían razón quienes siempre defendieron lo que es obvio: que la misión esencial de la agricultura es alimentar a la población y que en el mundo, no sobran alimentos, sino que faltan.

En Febrero de 2008, el Presidente del Parlamento Europeo, Hans-Gert Pöttering, afirmaba que «Nuestro objetivo debe ser una agricultura productiva, de altos rendimientos y orientada al futuro, que además preserve las áreas rurales”. En esa misma fecha, la entonces Comisaria de Agricultura,  M. Fischer Boel, decía que “las señales del mercado apuntan a que es necesario producir más alimentos”.

El pasado 17 de noviembre, el actual Comisario de Agricultura, Dacian Cioloş, presentó su tan esperada Comunicación “La PAC en el horizonte 2020: Responder a los retos futuros en el ámbito territorial, de los recursos naturales y alimentario”. Aunque el contenido de la misma no ha satisfecho, ni mucho menos, las expectativas creadas, ni tampoco, como era de esperar, ha despejado las principales incógnitas, sí que confirma el importante giro que el sentido común venía pidiendo. El nuevo documento señala con claridad que “La UE deberá contribuir a satisfacer la demanda de alimentos mundial que previsiblemente aumentará en el futuro”. Se hace eco de las previsiones de la FAO, quien advierte de la necesidad de aumentar la producción mundial de alimentos en un 70% de aquí a 2050.

Confiemos que se aprendan las lecciones recientes y que prevalezca la cordura. Esperemos que, en beneficio de todos, la nueva PAC apueste por una agricultura orientada, prioritariamente, a la alimentación. Porque no sólo se necesita asegurar la provisión de alimentos buenos, seguros y asequibles a los ciudadanos europeos, sino que es preciso abordar, en serio, la lucha contra el hambre. Un objetivo que debería estar por encima de cualquier otro. Como afirmó el Premio Nóbel de la Paz Norman Borlaug: “No habrá paz en el mundo con los estómagos vacíos”. Y una batalla, la del hambre, que sólo puede ganarse mediante una agricultura productiva y basada en la continua innovacion tecnológica, que es lo que vienen haciendo los agricultores desde su aparición hace más de diez mil años.

 

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