Publicado por Joaquín Olona en menosemisiones.com (7 de Febrero de 2014).

Se necesitan nuevos enfoques y soluciones institucionales que apelen a la acción y compromiso colectivo basado en el enfoque de los bienes comunes donde las personas, bajo determinadas condiciones, cooperan más allá de su interés particular inmediato (Ostrom, E. 2012).

Cerca de las dos terceras partes¹ de las emisiones de los Gases de Efecto Invernadero (GEI) tienen su origen en los denominados sectores difusos: residencial, comercial, institucional, transporte, agrario y pequeñas empresas industriales. Un ámbito donde hasta la fecha no se ha logrado reducir de forma significativa las emisiones y para el que, en España, – la Estrategia 20-20-20 europea  plantea una reducción del 10% respecto a 2005.

Una buena parte de las emisiones causantes del cambio climático son producidas por las personas directamente en su ámbito personal y doméstico. Casi nada de lo que hacemos o dejamos de hacer le es ajeno al clima por lo que los cambios de hábitos tienen consecuencias directas y relevantes. Sin embargo, la mayoría de la población española descarga las responsabilidades del Cambio Climático en terceros, fundamentalmente sobre grandes industrias, gobiernos y Unión Europea (Meira, P. A. et al., 2011). Todo ello justifica la necesidad de revalorizar la importancia  de la acción individual, trasladando al público la importancia de su impacto agregado, socializando la acción individual e incrementando el prestigio social de los comportamientos y los estilos de vida favorables para la lucha contra el Cambio Climático (Meira, P.A., 2009)

La escasa dimensión de las entidades que configuran el sector difuso, dificulta su participación efectiva en los proyectos lanzados por las administraciones a favor de quienes desean contribuir al desarrollo de una economía baja en carbono mediante la realización de acciones y actividades que se traduzcan en una reducción real de las emisiones de GEI, con la consiguiente mitigación del cambio climático. Ello es debido al desconocimiento de los programas, la infravaloración de sus aportaciones o el insuficiente reconocimiento social que recompense la adhesión a los programas.

Esta situación provoca que los emisores pequeños y muy pequeños no cuenten con incentivos suficientemente atractivos que les anime a abordar las acciones pertinentes, apreciándose un importante potencial de reducción. Pero estos agentes de escasa dimensión pueden tener, en conjunto, una incidencia superior incluso a la del sector regulado. Además, se ha constatado que muestran una clara actitud proactiva en relación con la reducción de las emisiones si bien no responden necesaria ni exclusivamente a incentivos de carácter financiero, sino que también responden a otros de carácter social.

El clima es un bien de carácter común pudiéndose considerar que el Cambio Climático es un “mal común” de carácter global donde las soluciones habituales de mercado ni las de carácter gubernamental, por sí mismas, garantizan resultados apreciables que, de hecho no se están produciendo a pesar de los esfuerzos realizados. Se necesitan nuevos enfoques y soluciones institucionales que apelen a la acción y compromiso colectivo basado en el enfoque de los bienes comunes donde las personas, bajo determinadas condiciones, cooperan más allá de su interés particular inmediato (Ostrom, E. 2012)

REFERENCIAS.

• Meira, P.A. (2009). Comunicar el Cambio Climático. Escenario social y líneas de acción. Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino.
• Meira, P.A. et al. (2009). La sociedad ante el cambio climático. Conocimientos, valoraciones y comportamientos en la población española.2011. Fundación Mapfre. 
• Meira, P.A. et al. (2011). La sociedad ante el cambio climático. Conocimientos, valoraciones y comportamientos en la población española.2011. Fundación Mapfre.
• Ostrom, E. (2012) Política de Cambio Climático. Universidad Autónoma de Méjico. http://www.youtube.com/watch?feature=player_detailpage&v=v8–LAKIVfk