Agricultura ecológica

Por Javier Lorén (*) y Joaquín Olona (**). Publicado en Heraldo de Aragón, 26 de Febrero de 2013.

No hay razones para demonizar la agricultura convencional ni tampoco para minusvalorar la ecológica. Sí que las hay para mejorar y potenciar ambas de modo que cada una cumpla su papel. 

La agricultura ecológica despierta un notable interés social. La superficie destinada a este tipo de agricultura en España ha crecido hasta los 2 millones de hectáreas y todo indica que seguirá creciendo. Sin embargo, los españoles tan sólo dedicamos a la compra de alimentos ecológicos el 0,2% del gasto en alimentación.

Los alimentos ecológicos son más caros que los convencionales porque cuesta más producirlos y, en algunos casos, los rendimientos son inferiores. Se trata de productos diferenciados dirigidos a nichos de mercado de alto poder adquisitivo y elevada disposición de pago.

La preocupación por la salud y por el medio ambiente no es exclusiva del enfoque ecológico. La agricultura convencional, sometida a condiciones de seguridad alimentaria y protección ambiental muy exigentes, proporciona alimentos asequibles para todos Tanto la agricultura convencional como la ecológica son mejorables, pero ninguna de las dos está exenta de riesgos.

Hasta principios del siglo XIX, la agricultura se ajustaba al actual paradigma ecológico. No utilizaba fitosanitarios ni abonos de síntesis; sólo usaba cobre, azufre, estiércol y poco más. Pero el agua, raramente era potable y, junto con el consumo de alimentos en mal estado, causaba todo tipo de enfermedades. A las plagas, que aniquilaban cosechas y causaban hambre, se las combatía con plegarías porque no había modo de controlarlas. Sólo había mercados locales y de proximidad, pero muy poco que comprar.

El desarrollo científico y tecnológico ha permitido producir más y proteger las cosechas. Los fertilizantes nitrogenados contaminan, pero sin ellos sería imposible alimentar a la humanidad. Para suministrar en forma de estiércol el nitrógeno necesario el volumen de ganado sería insostenible.

Lo más deseable es producir alimentos producidos sin plaguicidas, tanto para la salud como para el medio ambiente. Pero no podemos permitirnos el lujo de que los insectos u otros agentes arruinen las cosechas. La directiva europea sobre uso sostenible de plaguicidas obliga a que todos los agricultores apliquen la Gestión Integrada de Plagas, un sistema que prioriza la lucha biológica frente a la química, limitando esta a los casos estrictamente necesarios. 

Según los estudios científicos disponibles como los llevados a cabo por la Universidad de Stanford (USA), no existen diferencias nutricionales significativas entre los alimentos ecológicos y los convencionales.

No es cierto que una variedad autóctona tradicional, por el hecho de serlo, tenga mejor sabor que una variedad moderna. Cualquier fruta o verdura es mucho mejor si se recolecta en el momento óptimo de madurez, lo que no siempre es compatible con otras necesidades. Un tomate cualquiera, cogido en su estado ideal de madurez, nos parecerá mejor que el de la variedad más exquisita si se ha cogido verde y lo consumimos a miles de kilómetros. El enfoque ecológico, al promover el consumo  de productos de proximidad y de temporada facilita la recolección con la madurez adecuada, evitando los problemas del transporte  a largas distancias. Pero limitar el comercio también también limita la  producción y las necesidades que pueden satisfacerse.

La alimentación no obedece a razones exclusivamente objetivas. Los factores emocionales e ideológicos también cuentan, lo que no debe impedir que haya más y mejor información. Pero, sobre todo, más prudencia, respeto y responsabilidad cuando los ciudadanos, los líderes sociales y los políticos deciden sobre uno u otro tipo de agricultura. Porque no hay razones para demonizar la agricultura convencional ni tampoco para minusvalorar la ecológica. Sí que las hay para mejorar y potenciar ambas de modo que cada una cumpla su papel.

(*). Presidente del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Agrícolas de Aragón. Subdirector de la Escuela Polítécnica de La Almunia (Zaragoza).

(**) Decano del Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos de Aragón, Navarra y País Vasco.

2 comentarios en “Agricultura ecológica

  1. Elena Sáenz

    No puedo estar más de acuerdo con todo lo expuesto. Es cierto que la alimentación y todo lo relacionado con ella, tiene un componente emocional importante que, en el caso de la agricultura se ha amplificado, por el impacto de la comunicación que se ha realizado desde el sector alimentario fundamentalmente. Desde las industrias alimentarias se ha lanzado el mensaje de que una alimentación sana y saludable se asocia a un modelo de agricultura mas parecida a la ecológica ( modelo Tarradellas, industrias lácteas, etc). Es muy raro encontrar mensajes que asocien alimentación a una producción agrícola tecnificada, tecnológicamente avanzada y estrictamente controlada a nivel sanitario. Sin embargo esta es la realidad.
    Por ejemplo, ¿Se conoce que para obtener una nueva variedad de tomate es necesaria una inversión de más de 1,5 millones de € y 10-12 años de investigación? Pues esta es la realidad, y cada año salen al mercado cientos de variedades nuevas…
    Las grandes inversiones en agricultura (semillas, fitosanitarios, fertilizantes, maquinaria, etc) son las responsables de que se puedan comer tomates todos los meses del año y a un precio asequible. La tecnología también aporta mucho a la agricultura ecológica y podría contribuir más si el componente emocional no estuviera tan marcado.

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