Anteponer la ideología a las evidencias científicas sólo acarrea dolor y sufrimiento.
En memoria de Miguel Hycka Maruniak (1924-1998), ucraniano de nacimiento que vivió y murió en Zaragoza. Trabajó, como Ingeniero Agrónomo, en la Estación Experimental de Aula-Dei.
Trofim Denisovich Lysenko (1898-1976) fue un ucraniano que, apoyado por Stalin, dirigió la agronomía soviética entre 1927 y 1965. Negando y contradiciendo los conocimientos y evidencias científicas disponibles en su tiempo, estableció el “Lysenkoísmo”, una teoría disparatada y fraudulenta que, junto con la colectivización y otras acciones, condujeron a la agricultura de la extinta Unión Soviética a la ruina. Como consecuencia más inmediata, millones de personas murieron de hambre. Entre 1932 y 1933, sólo en Ucrania, hasta entonces considerada el “Granero de Europa”, murieron de hambre entre siete y diez millones de personas.
Lysenko, con el beneplácito de Stalin, negaba o ridiculizaba los avances agrícolas del occidente capitalista. Sus ideas eran impuestas para que fueran aplicadas al pie de la letra,sin discusión ni oposición. La negación de los genes y de las leyes de la herencia, que consideraba “burguesas”, condujo a la degeneración de muchas de las variedades cultivadas. Sus disparatadas fórmulas de abonado, no sólo arruinaron cosechas sino que dañaron gravemente los suelos. Los virus, bacterias y hongos, que no los reconocía como causantes de enfermedades, destruían los cultivos, causando hambre y desolación. Malgastó ingentes cantidades de dinero y de recursos en cultivos agrícolas y actuaciones forestales en Siberia, donde las condiciones de clima y suelo las hacían completamente desaconsejables.
Sin embargo, no sería justo hacer responsable único de la ruina agrícola soviética a Lysenko. Hasta que entró en escena, Ucrania contaba con unas enormes reservas de trigo. Sin embargo, las autoridades soviéticas ordenaron su venta al exterior prohibiendo cualquier intercambio comercial entre ciudades y aldeas e impidiendo con ello el abastecimiento de la población. Según parece, el objetivo de Stalin fue arruinar intencionadamente la agricultura ucraniana por considerar que su enorme potencial hacía de Ucrania una amenaza independentista para la Revolución.
La actual Rusia, sintiéndose heredera de la Unión Soviética, rechaza las acusaciones de genocidio o limpieza étnica dirigida a la eliminación de todo un pueblo lanzadas desde Ucrania. Lo hace admitiendo que los excesos de Stalin también se hicieron sentir en Rusia, en la cuenca del Volga, los Urales y el Cáucaso, en Kazajistán y en Kirguizistán, repúblicas ex soviéticas donde también murieron de hambre millones de personas. Historiadores rusos consideran que la hambruna no tenía por objeto la completa eliminación de determinados pueblos sino únicamente la de una clase social, la de los propietarios.
Las ideas de Stalin, incluyendo el lysenkoísmo, fueron adoptadas por Mao Tse Tung en su “Gran Salto Adelante”. El resultado no se hizo esperar. Entre 1958 y 1961 China sufrió una terrible hambruna que causó entre 30 y 40 millones de muertos. En 1961, algunos dirigentes chinos se rebelaron, suspendieron la aplicación de los procedimientos agrícolas maoístas, basados en el lysenkoísmo, y lograron aliviar el hambre. Pero Mao, tras fortalecer su poder, insistió en el enfoque estalinista lanzando, en 1966, su «Revolución Cultural». Una revolución que también supuso hambrunas para millones de chinos.
La autoridad de Lysenko duró hasta la muerte de Nikita Kruschev en 1965. Sólo entonces, una comisión oficial se atrevió a desautorizarlo poniendo fin a casi cuarenta años de fraudes y disparates agronómicos. Antes, en 1964, Andrei Sakharov, galardonado en 1975 con el Premio Nobel de la Paz, ya le había denunciado ante la Asamblea General de la Academia de Ciencias como responsable del vergonzoso atraso de la biología soviética así como de la difamación y asesinato de científicos que se opusieron a sus ideas, entre ellos el reconocido botánico y genetista Nikolái Vavílov (1887-1943).
El caso Lysenko es uno de los ejemplos más destacados y paradigmáticos de anteposición de postulados ideológicos a las evidencias científicas y de las consecuencias que de ello pueden derivarse. También de lo perjudicial que puede llegar a ser una política agrícola mal fundamentada y peor aplicada.
Publicado por J. Olona en Heraldo de Aragón (15-01-2012).